¿Somos felices aquí en Cuba?

Verónica Vega

HAVANA TIMES — Hace tiempo, frente a la Oficina de Intereses de USA en la Habana, había una valla con un cartel que afirmaba: “Somos felices aquí.” Por supuesto que la imagen representaba a Cuba.

Esta proclama dio lugar a que circulara un chiste mordaz: Si somos felices aquí… (y venían el gesto y la mirada cómplice) …imagínate “allá”… Por supuesto que allá significaba la Oficina de Intereses, o sea, el Yuma.

Recordé esto a causa de un reciente post de HT titulado “La miseria de la pobreza en Cuba.” Su autor es Graham Sowa, un estudiante norteamericano que estudia medicina en la ELAM.

Puesto que lo que leí fue una traducción, la traductora misma me alertó de la ambigüedad semántica del término “miserable” en inglés, que permite jugar intencionalmente con los aspectos “infelicidad” o “pobreza.”

De cualquier modo, la traducción me sugirió, una pregunta. Dice Graham que, si no le falla la memoria, ningún cubano le ha dicho que es “infeliz.” Pero ¿le han dicho: “Soy feliz”?

Personalmente no conozco a ningún cubano que, por más pobre que sea, se reconozca a sí mismo como “miserable,” aunque esto implique reconocer un mínimo margen de desdicha. Y es que en castellano “miserable” es también peyorativo. Cierta amiga extranjera que hacía una investigación social en Cuba, se asombraba de conocer gente que exhibía dientes de oro mientras el techo de su casa estaba punto de desplomarse sobre su cabeza. Y es que la vanidad es uno de nuestros mayores distintivos.

Aparte de indicar miseria física o infelicidad, “miserable” en español, simboliza una miseria impensable para cualquier cubano: pusilanimidad, incapacidad de luchar. Confesarse “miserable” significaría aceptar la rendición y el fracaso.

Pero yo sí creo que hay miseria moral en la pobreza de Cuba. Y es que los métodos viables para la supervivencia no sólo han carcomido la infraestructura económica del país, sino han arrasado con la ética de al menos tres generaciones. Los altos índices de corrupción (sustentados en la tácita permisibilidad oficial), no son un simple juego semántico.

Se relativizó la palabra “robo,” con falsos sinónimos como “lucha,” “invento,” “búsqueda.” Esto es miseria moral. Y estoy segura de que si a los primermundistas les resultaría difícil sobrevivir en las condiciones en que viven los cubanos, los cubanos habituados a la “búsqueda” tendrían, y tienen de hecho, (conozco varios casos), serias dificultades para adaptarse a una sociedad donde están obligados a vivir sólo de su salario estricto.

Alguien me comentó una vez que en alguna tienda de Alemania, cuando se detectaba que había entrado un cubano, ponían por el audio “La Guantanamera” como señal de alarma.

Incluso si más que una anécdota fuera un chiste, por desgracia no deja de estar bien fundado. Las muchas medidas que se toman en las tiendas de Cuba para evitar sustracciones, no son injustificadas.

Un amigo me comentaba hace poco que en su trabajo (una compañía de reparación naval), habían tenido que acudir a la policía por un segundo hurto de herramientas. “Esto coloca al departamento en una posición denigrante, -me decía-, pero a la vez nadie se asombraba del incidente. ¡Es tan normal que se robe en un centro de trabajo!”

Estando en una guagua, fui una vez testigo involuntaria de una charla entre una mujer y un hombre. Ella le mostraba un enorme recipiente de refresco, y dos jabas repletas, añadiendo con orgullo: “tú sabes que yo siempre voy pa mi casa “cargá.”

Ambos llevaban uniformes de gastronómicos. Para el alto porciento de la población que sobrevive y hasta progresa visiblemente con estos métodos, la ética, más que una abstracción, es un ridículo estorbo. Estando en una panadería vi a un cliente protestar por la pésima calidad del pan. La respuesta de la dependienta fue espectacular: “Ay, no te me hagas, que aquí todo el mundo roba.”..

La relativización del concepto de “lucha,” fusionó a las dos víctimas: el estado y el prójimo. Perder el primer límite implica, lógicamente el grave riesgo de perder el segundo. La degradación, como el cáncer, hace metástasis sin distinciones.

 

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