Por qué no vivimos en un mundo de cuentos de hadas

Verónica Vega

Pinnochio. ilustración: Wikipedia.org

HAVANA TIMES — Un reposo obligado después de una operación, me hizo volcarme en la lectura, y específicamente en libros de literatura infantil.

Luego de leer la edición más reciente de una selección de cuentos de Perrault y los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, llegué a la conclusión de que no por gusto el mundo es como es.

La mayoría de los protagonistas logran el triunfo mintiendo, manipulando­; ejerciendo una violencia a veces escalofriante. Padres que abandonan a sus hijos, intrigas y perversidades calificando a las madrastras, escasísimos ejemplos de piedad y ni decir del trato que se les da a los animales.

Las fábulas de Perrault no escatiman tampoco la violencia, y su criterio de la mujer virtuosa raya con la sumisión absoluta.

Hace un tiempo había comprado una edición de “Pinocho” y me sorprendió la enorme diferencia con el animado de Disney. El muñeco es un bellaco desde que lo están tallando, y el personaje de Grillo sólo alcanza a darle una admonición porque lo mata de un martillazo. Después supe que Carlo Collodi no concibió inicialmente el argumento para niños, y en la obra original Pinocho es ahorcado por sus malas acciones. Sólo en versiones posteriores surge la metamorfosis de la marioneta en niño, metáfora de un despertar espiritual que se atribuye a la condición de masón del autor.

Pero leyendo a los Grimm, también agradecí los aportes de Disney a “Blancanieves”, pues no me imagino a la dulce doncella presenciando impasible el fin que su príncipe salvador designa a su madrastra: con unas tenazas le colocan unas sandalias de hierro candente, y es obligada a bailar con ellas hasta morir…

También releí “Meñique”, y aunque no sé si difiere del original de Laboulaye, en la traducción de Martí el protagonista se gana la aceptación de todos no sólo con el coraje y la astucia sino por su sentido del honor y su corazón bondadoso. Un enfoque ausente en la reciente versión animada en 3D, donde el hacha, el pico y la cáscara de nuez encantada no le dicen a Meñique: “Hace muchos años, hijo mío, que estoy esperando por ti”, sino que éste los convence con mentiras. Detalle que traiciona el espíritu martiano pero es fiel a una triste realidad: en Cuba no se admira a quien se abre paso con la verdad, y mucho menos los jóvenes.

Ningún mensaje es inofensivo

Los sistemas de valores y las estrategias para alcanzar una meta, se forman de lo que heredamos como lo establecido. Requiere un largo tiempo de consumo pasivo reaccionar, cuestionar o subvertir.

Leyendo estos cuentos “de hadas”, pensé que los argumentos de los actuales videojuegos no han hecho más que seguir la tradición occidental invistiéndole códigos contemporáneos. Y me preguntaba qué sería del mundo del arte y del entretenimiento, si en lugar de seguir ese camino hubieran tomado la ruta de “El Principito”.

¿Cómo habrían influido en generaciones enteras obras pensadas para niños imbuidas del respeto a la vida, el poder de la verdad, de la voluntad, el valor de la compasión y la felicidad de comprender y compartir? Obras donde se hable también de lo intangible, en el hombre y en el universo, de seres que lograron ser ejemplos prácticos de libertad, y de amor incondicional, y cómo fuentes de diversas culturas aseguran que ese es el destino natural, y el derecho de cada ser humano.

Se especula mucho sobre poderes latentes en el hombre, pero con una óptica sensacionalista donde siempre hay enfrentamientos y exclusiones. Premisas como la ética sinérgica o la integración de los seres humanos, de los animales y el cosmos, están totalmente ausentes. Son visiones fragmentadas de la realidad, destinadas a sostener el mismo sistema en crisis.

El popular Harry Potter, con personajes superplanos, más enfocado en la acción y el ingenio, recicla el universo de la magia medieval, matizándolo con resortes modernos y con “gancho”, pero carece de ese aliento profundo y esa nobleza que emanan las historias que nos marcan de por vida.

Por suerte hay excepciones notables, como el animado de stop motion “Coraline”, basado en la novela homónima de Neil Gaiman, galardonada con los premios Hugo, Nebula y Bram Stoker. Éste y los filmes de Mijasaki “El Viaje de Chijiro” y “El Castillo errante” son alegorías de las consecuencias del egoísmo y la inconciencia, mostrando cómo es posible una evolución a través de la voluntad, y a la vez un arte que puede fascinar por igual a niños y a adultos.

Los cuentos de hadas insinúan la realidad espiritual que místicos y religiosos han intentado describir por medio de parábolas, el anhelo secreto del hombre: trascender la ignorancia, la temporalidad, el dolor físico y psíquico, la ley de gravedad, la muerte.

La suspicacia y el materialismo no han solucionado esos conflictos o enigmas. Ni siquiera el progreso tecnológico ha logrado que la humanidad (que tiene acceso a él), sea más feliz. La competencia, los cánones estéticos impuestos por los medios, la lucha contra el envejecimiento, la compulsión por el dinero y los altos índices de estrés, depresión, suicidios, son ejemplos explícitos.

Necesitamos autores que se atrevan a mostrar esa infelicidad profunda y ese derecho innato a un mundo de “cuentos de hadas”. Necesitamos que las generaciones nuevas crezcan sin desprecio a la inocencia.

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