Noticia de primera plana

Verónica Vega

HAVANA TIMES – Un amigo me cuenta en un email del acontecimiento que sacude a España, donde vive, el asesinato de un niño de ocho años.

Busco la noticia en Internet y, mientras leo, siento el reverberar del drama y de la histeria.

Ya se sabe que el infante murió por estrangulación el mismo día de su desaparición. La asesina confesa es la pareja del padre de la víctima. Había intentado despistar la indagación fingiéndose dolida por la desaparición del niño, pero confundida por un interrogatorio, sacó el cadáver de un pozo donde lo había escondido, sin saber que la policía la estaba filmando.

Solo imaginen: una mujer negra y extranjera mató a un menor, nativo y blanco.

Me pregunto cómo podrá con semejante carga: infanticida y rompe matrimonios. Tiene el antecedente de haber perdido a una hija en un supuesto accidente que ahora podría revelarse también crimen.

El abuso, la superioridad física y mental utilizada contra un niño, y circunstancial, porque era su madrastra. El horror, el dolor de la madre, del padre (doble culpa), la impotencia ante la irreversibilidad del tiempo, de los hechos.

Irreversibilidad que la propia acusada debe estar lamentando, cuando su vida dio un brutal giro de 180 grados.

Lo que más me entristece es esa seguridad en el coro de acusantes. Esa zona de confort que no puede redimir nada, ni con justicia, ni con venganza.

Lo peor en el acto de matar es la inopia del conocimiento del hombre, la inutilidad de la medicina y de la psicología. El estupor compartido y las soluciones incompletas para los traumas del horror.

¿Por qué mata el ser humano? ¿Por qué esa armazón de huesos, órganos y sueños es tan jodidamente vulnerable? ¿Por qué el futuro es impreciso? ¿Por qué la fatalidad, inevitable?

¿Por qué la maldad humana no se extingue con todo el progreso tecnológico y científico de que alardean las sociedades del primer mundo?

Pero ese drama milenario al que nos hemos resignado será superado por matices de matices: rabia, tradición, superstición, racismo, sexismo, xenofobia.

Nada que nos mejore como especie mientras gritamos (de placer, de ira, de espanto), mientras bogamos hacia lo único garantizado: la incertidumbre.

 

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