Consumiendo la Vida

Verónica Vega

De la película japonesa, Jin Roh. Foto: domingodecine.es

HAVANA TIMES — Viendo la facilidad con que la gente acepta el impúdico oportunismo que ya se ha develado y nombrado “obsolescencia programada”, me pregunto cómo es posible que la conciencia cívica de ciudadanos educados en sistemas democráticos no haga surgir movimientos espontáneos y masivos, que obliguen a las compañías a fabricar equipos durables.

¿Cómo poblaciones enteras que no son reprimidas por su pensamiento, pueden aceptar que el propio progreso tecnológico los esclavice? ¿Qué impide que la gente reclame respeto por su tiempo, sus vidas que merecen más que el círculo vicioso del consumo?

Comparando la experiencia de Cuba, país pequeño degradado hasta los cimientos donde sus habitantes han acatado el exilio, la hipocresía o la pasividad como alternativas de supervivencia, me doy cuenta de que la humanidad se mueve mucho más hacia una seguridad aparente que hacia la libertad. Esta “seguridad”, es un espejismo que toma múltiples rostros y succiona la voluntad de lucha de pueblos enteros.

Aquí, y debido a que el acceso a la información es controlado, solemos pensar que es la ignorancia la base del sometimiento; pero en países del primer mundo, con recursos inmediatos para indagar y cuestionar, también la mayoría de la gente prefiere ignorar que están condenados a trabajar mucho más, gracias a la prevista caducidad de los equipos, para costear una atención médica que puede dilatar sus enfermedades (o creárselas); gracias a las industrias farmacéuticas para las cuales las poblaciones no están hechas de vidas individuales, preciosas, efímeras, sino de consumidores potenciales cuya dependencia hay que garantizar. Y finalmente, para nutrir los grandes monopolios que están destruyendo el planeta.

Un primermundista puede enterarse por internet, por ejemplo, de que el SIDA no fue nunca la enfermedad que emergió para castigar los excesos humanos, casi como una materialización del “Apocalipsis” de la biblia; que la inmunodeficiencia es un trastorno de la salud muy antiguo y con diversas causas; que los poderes económicos que sostienen un país (o una alianza de países), se complotan en empresas capaces de explotar un virus para vender un medicamento y que éste a su vez genere otras enfermedades, eternizando una continuidad macabra.

Así y todo, este primermundista puede elegir no creerlo porque (exactamente como sucede en Cuba), es demasiado espantoso aceptar que el sistema que debe protegerte se alimenta del candor de sus ciudadanos.

Creo que una de las películas más duras sobre este tema es el animado japonés para adultos “Jin Roh”, que simboliza el funcionamiento de la mente humana, y por extensión el de la sociedad, con la cita de una versión horrible del cuento de la Caperucita Roja:

Caperucita llega a la casa de su madre, y encontrando su cuerpo despedazado por el lobo que está acostado y vestido con sus ropas, siente hambre y empieza a comer del cuerpo muerto. Un pájaro que está en la ventana le advierte:

-“Estás comiendo del cuerpo de tu madre…”

Asustada, le pregunta al lobo disfrazado y éste le asegura que es mentira. Sintiendo sed empieza a beber la sangre cuando un gato le advierte:

-“Eso que bebes es la sangre de tu madre”; pero otra vez le pregunta al lobo y éste lo desmiente. Luego se sienta al filo de la cama y empieza el clásico diálogo:

-“Pero mamá, qué ojos más grandes tú tienes…”

Desde la visión de la película, el poder es una maquinaria que te seduce, te aprisiona y luego te devora. El mundo de “Jin Roh” (en español traducido como “Brigada de Lobos”), es una sombría pesadilla donde no hay espacio para la confianza ni el amor. La felicidad, tal como la concibe y necesita por intuición el alma humana, no existe. Las personas son atraídas y arrastradas por ese imán que es el centro del poder económico y político, tal como la multitud del filme “La máquina del tiempo”, acude al sonido de la sirena y a su propio sacrificio.

Sin embargo, el detalle en “Jin Roh” de los animales que le advierten a Caperucita sobre la verdadera situación, es la clave de la libertad que no se menciona ni como posibilidad.

El ser humano tiene siempre la alternativa de ser consciente de lo que acepta y de lo que defiende. Tiene la opción de negarse a comer del cuerpo de su madre, del cuerpo que hace el suyo propio y a la vez el tejido ecológico y social donde todos, sin excepción, estamos insertados.

Tanto en el caso de Cuba cuyas carencias materiales y de libertad son sostenidas por la ignorancia voluntaria (falsa comodidad que al final nos ha salido bien cara), como en esa prisión de consumo y confort del primer mundo donde el crédito que se paga es la Vida, la elección está siempre disponible, y depende solamente de nosotros. No podemos culpar al mundo, a la fatalidad, o al gobierno, si elegimos no hacer nada.

 

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