Veronica Fernandez
Este importante acontecimiento se realiza siempre durante el mes de mayo de cada año a diferentes niveles que incluye la competencia municipal, provincial, nacional e internacional.
Durante la primera década de existencia de este evento todo transcurrió haciendo énfasis en su objetivo principal y para el cual fue concebido: la competencia de la pesca de la aguja. Esta actividad era muy bien acogida en el seno de la población, desde los más pequeños hasta los adultos mayores y se esperaba siempre con beneplácito. Por desgracia, poco a poco ha ido degenerando hasta lo que se ha convertido hoy día.
Este fin de semana decidí acudir a este evento a constatar una vez más lo que ya era obvio. En efecto, desde horas tempranas son instaladas pipas o tanques de cerveza, otros puntos de venta con ron a granel y en botellas, la música de regueton saliendo de múltiples e inmensas bocinas de audio que ensordecen a cualquier persona que apenas logre aproximarse a ellas, lo que no permite ni tan siquiera una conversación moderada entre la gente, es decir, para que te escuchen tienes obligatoriamente que gritar.
Al pasar las 12 del día ya te encuentras a personas tambaleándose en las calles por la borrachera y antes del anochecer todos los que están allí se exponen, de hecho, a diferentes actos delictivos, de violencia y hasta poder atrapar la muerte con algún arma blanca o tiro que se dispare.
De hecho, esta actividad que pudiera ser para el pleno disfrute del pueblo, se ha convertido en una gran amenaza como los terremotos, los ciclones y hasta la guerra- y estoy completamente segura que no exagero en mi apreciación- porque es coincidente con el pensamiento de la mayoría de los que vivimos en esta localidad de Cojimar.
Nos invaden las campañas mediáticas contra las adicciones, se dictan leyes por los altísimos y mal manejados decibeles de música en eventos públicos o privados en horario de la madrugada, se orienta y se trata de educar a los dirigentes de estos eventos en brindarle a la población una música equilibrada, apegada a nuestras raíces e identidad para que se trasmita a la población y, ¿que hacemos entonces? .
Hacemos lo que queremos y ponemos lo que le guste a los directivos o al responsable del evento. Con esto no quiero decir que no se ponga regueton, pero que esta sea la única y definitoria alternativa que haya, deja mucho que desear. Por otra parte, me pregunto: ¿Es que en los últimos años en Cuba no puede haber un acontecimiento social que lleve implícito una venta exagerada de bebida alcohólica?
¿Acaso este comportamiento responde al llamado de que la gente se olvide de los problemas con esta denigrante alternativa? ¿A que se debe esta política social?
Nos están llamando al cambio y soy de la opinión que desde hace mucho tiempo -sin incluso, llamarnos al cambio-, ya teníamos que haber cambiado las características de este evento. Instigando y motivando a la gente de esta manera, nunca será posible.
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