¿Que quedará para lo demás?

Veroinica Fernandez

Foto: Caridad

Hace unos días me llamó por teléfono mi amiga Magaly. Ella y yo estudiamos juntas en la Universidad de la Habana la carrera de Filología y aunque era de la provincia de Las Villas, ubicada en el centro del país, tuvo que trasladarse hacia la capital porque en su lugar de residencia todavía no estaban creadas las condiciones para estudiar lo que ella quería.

Fue por este motivo que llegamos a conocernos y establecimos una excelente amistad que ha perdurado hasta nuestros días.

Magali me comenta en su llamada telefónica que había escuchado por la radio una noticia que la dejó muy preocupada en relación con los celulares o teléfonos móviles. La información consistía en trasmitirle a la población que no se alarmaran si no podían tener comunicación en sus equipos porque estaba interrumpida la red y por lo tanto, esa vía no se podía utilizar hasta que no se restableciera.

Inmediatamente de escuchar las palabras de mi amiga, yo también me inquieté, pues era la primera vez que me llegaba una noticia de esta índole. Por otra parte, pensé que a pesar de lo que estaba sucediendo, al menos se habían dignado en dar a conocer la noticia por los medios de prensa.

No obstante, le comenté a Magali otra situación por la que yo estaba atravesando y es que llevo varias semanas en que se va la corriente en mi trabajo durante uno o dos días completos y además, cuando la vuelven a poner siempre tenemos problemas con la conexión, pues a causa de los bajos y altos voltajes se presentan situaciones con el servidor, en fin, que nos pasamos cada semana de trabajo mas incomunicados que comunicados.

Magaly me comenta que con el celular que le regalaron y un dinero que le dejaron sus familiares que viven en el extranjero durante su ultima visita a Cuba, ella pensaba resolver en alguna medida la comunicación a pesar del costo que ello implica y resulta que ahora se le están presentando estas dificultades con las que ella no contaba .

Pensé, me dijo, que valía la pena tener un móvil, pero me he dado cuenta que no tengo ninguna seguridad por la inestabilidad en el servicio que se oferta. Por otra parte, me comenta que los mensajes se le demoran en llegar, pero, y después de todo esto, ¿tiene algún objetivo mantener una línea de celular en Cuba, si mi objetivo principal es mantenerme comunicada con mi hija que vive en los Estados Unidos?

Después de escuchar todo lo que Magaly me iba planteando, me di cuenta que tiene toda la razón del mundo y la realidad es que nosotros los cubanos podemos decir que nos mantenemos la mayor parte del tiempo incomunicados y distantes del desarrollo tecnológico del mundo.

Tanto mi amiga como yo sabemos el daño que nos ha hecho el bloqueo, la crisis financiera internacional por la que se esta atravesando, pero esto no quiere decir que un servicio que se ofrece a la población y bastante caro, no ofrezca garantías.

Magaly es una de las tantas personas en Cuba que a pesar de ser una excelente profesional, no ha podido contar con tener en su casa un teléfono fijo como tantas otras personas que sin merecerlo, tienen la dicha de tenerlo ya sea por amiguismo o por haber sobornado a algún jefe u operario de la Empresa de Telecomunicaciones.

Siempre he llevado en mi memoria la frase que por muchos años ha identificado este sector en mi país: “En la guerra como en la paz, mantendremos las comunicaciones.”

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