Yo soy pobre, ¿y tú?

Rosa Martinez

Foto: Lorenzo Crespo

HAVANA TIMES — Desde hace algún tiempo, dos meses aproximadamente, mi niña menor, quien cumplió recientemente siete años, tiene obsesión con la riqueza y la pobreza.

Todo comenzó con una clase de El Mundo en que Vivimos, en la cual la maestra le explicó que antes del triunfo de la Revolución en Cuba había muchos niños pobres que no podían ir a la escuela, morían enfermos, porque sus padres no podían pagar sus cuidados médicos, algunos no tenían ni zapatos para calzar y vivían en hogares en muy malas condiciones.

Esa clase fue mi perdición. Desde entonces, señores, mi niña, despierta como es, me tiene loca preguntándome, por qué la diferencia entre ricos y pobres, si en Cuba hay ricos, si nosotros somos pobres porque no tenemos carro y vivimos en una casa pequeña y fea o si somos ricos porque tenemos televisor, refrigerador, DVD, computadora.

En fin, ha sido un pregunta para acá, un intenta responder para allá, pero hay un refrán que dice que todo lo comienza tiene su final y, afortunadamente, así es.

Les cuento ese final:

El fin de semana pasada fuimos a pasar el domingo con unos primos que no veíamos desde hace mucho tiempo, porque tanto mi primo, como su esposa llevaban más de un quinquenio cumpliendo misión internacionalista, primero en Venezuela (tres años) y después en Argelia (cuatro más).

Nuestra llegada fue esperada con pompas y platillos, nos prepararon un almuerzo con todas las de la ley, con los platos que debería llevar siempre una cena, desde entrante, plato fuerte (más de dos en este caso, incluyendo el puerco asado), hasta postre (helados y cake de chocolate).

A Gisselle no le impresionó ver tantas chucherías juntas, aunque le reservaron galletas de soda, caramelos de leche (sus favoritos) y muchas otras más; pero algo sí la mantenía mirando de aquí para allá y pensando, lo noté por su ceño fruncido y expresión fija en algunas partes de la casa, como la piscina de 15 metros cuadrados al final del patio.

Después de un día fabuloso entre historias, risas, abrazos, comida cubana y bebida nacional e internacional, regresamos a casa en el carro moderno de mis familiares.

Gisselle, a penas pusimos un pie en casa me dijo apurada: “mamita, mamita, Yuli y Tony son ricos, riquísimos, ahora sí entendí cuando alguien es rico y cuando es pobre”.

 

 

 

 

 

 

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