Violencia, ay, violencia

Napping on the Bus. Photo: Sergio Leyva

HAVANA TIMES – La joven llega muy animada a su casa, carga consigo cinco libras de arroz, tres de chícharo, una col y un pedazo de pollo que adquirió en el mercado El Zun Zun, unidad que permanece concurrida el año entero. Por lo menos la comida de hoy está garantizada, y ahorrando al máximo -como estamos obligados, más que acostumbrados, los cubanos- quizás alcance para el otro día.

Contenta por lo comprado, saca los mandados que le costaron además de mucho dinero varias colas. Se iba a cambiar la ropa cuando el esposo con muy mala cara le dice, en realidad le grita: ¿dónde cojone estabas metida, esta es hora de llegar a la casa?

Asombrada, asustada también, se queda inmóvil, sin palabras.

No esperaba una reacción así. Solo tienen dos meses de vivir juntos, pero nunca antes le había hablado de esa manera. Mientras fueron novios fue el hombre más amoroso del planeta, por eso no podía creer lo que escuchaban sus oídos.

¿A ver, qué te sucede?, ¿tuviste algún problema en el trabajo o en casa de tu mamá?, le dice en tono suave ella tratando de mantener la calma y también evitando que continuaran los gritos.

Oye, no me pasa nada– vocifera nuevamente él- mi problema es contigo. Estas no son horas de llegar a la casa a atender tu marido, qué tú te has creído que soy yo, eh. No pienses que te vas a justificar con la col esa y el pedacito de pollo ese.

Al otro día, muy calmada, Tamara le dijo a su compañero de solo par de meses que se fuera de la casa, que ellos solo tenían juntos unos pocos días y mira la forma en la que él la trató, que ella sí no iba a aguantarle a él ni ese tipo de maltrato ni ningún otro, que ni soñara con eso.

Cuando me comentó lo sucedido en el trabajo -somos compañeras en la universidad y amigas de  muchos años- le dije que lo mejor sería que se olvidara de Raúl. Que él no había esperado ni un año siquiera para mostrarle las uñas. Que si seguía con él lo iba a lamentar por el resto de su vida, que esa escena violenta solo había sido el humito, que la candela llegaría después si ella mantenía esa relación.

Pero como muchas mujeres que son maltratadas, Tamara se sintió culpable por lo sucedido: que si no salió directo del trabajo para la casa, que si no le avisó que iría al mercado, que si demoró en realidad demasiado, que si esto que si lo otro. La questión es que lo perdonó, sin imaginar la tormenta de angustias que le esperaba.

Han pasado ya 10 años de aquel primer acto de violencia, solo les puedo decir que ese fue, apenas, la señal del iceberg, el iceberg llegó después…

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