Mi hermano y yo

Rosa Martinez

Foto: Caridad

HAVANA TIMES — Mi hermano menor trabaja en un taller de ETECSA desde hace dos años, su salario casi triplica el mío, incluyendo la estimulación en moneda nacional y en pesos convertibles.

Debe ser por eso, y porque no tiene hijos que mantener,  que lo que cobra y algún que otro extra que consigue, le alcanza para vivir cómodamente, sin lujos, pero sin tantas carencias.

Y debe ser también por eso que me criticó fuertemente cuando se enteró que yo debía unos 50 CUC.

¿Cómo es posible que debas tanto dinero?, me dijo molesto. No puedes enredarte de esa forma, tú solo cobras 650 pesos y debes ajustarte a ellos, o es que ya se te olvidó lo que nos decía siempre mi papá: uno debe estirar los pies hasta donde llegue la sábana.

Yo sabía que él tenía razón en lo que me decía, y sé que tener deuda es horrible, porque no te dejan dormir bien, pensar con claridad ni vivir tranquilamente.

Reconozco que cuando alguien se acostumbra a pedir dinero es muy difícil dejar de hacerlo, y mes tras mes sigues en la misma.

Pero como las palabras de mi hermano no me gustaron nada, y mucho menos el tono que usó, no reconocí siquiera que tuviera algo de razón, simplemente le contesté:

“Sí, es verdad, mi papá me enseñó que debía estirar los pies solo hasta donde llegara la sábana,  que es lo mismo que no gastar más de lo que tienes; también recuerdo al tío Ulises que se acostumbró a estar endeudado y un día, que no encontró cómo pagarle a sus deudores, se ahorcó. “

“Yo sé todo eso,  y créeme que  no disfruto deber 20 centavos, mucho menos 50 CUC, pero en ocasiones no hay otra salida que recurrir a un préstamo para resolver los problemas que se deberían solucionar con un salario común y corriente.

“Lo que pasa, hermanito mío, continué, es que, en primer lugar tú cobras casi tres veces más que yo, además de los pesitos que te caen cuando vendes algunas de las herramientas y productos que te da tu empresa para trabajar.

“Te venden, además, dos o más mudas de ropa y un par de zapatos al año y mensualmente recibes una asignación de artículos de aseo personal y otra de productos alimenticios.

“Ah, se me olvidada, lo más importante, tu  salario es para ti solito, yo, en cambio, tengo dos chiquillas que necesitan igual que yo, comida, ropa, calzado y muchas otras cosas más, que si tú en lugar de criticar me ayudaras un poco, seguro me iría mejor.”

No sé si fueron mis palabras, o si fue el tono fuerte que usé para expresar mis argumentos, quizás fue la palabra ayuda, solo sé que mi hermanito salió de la casa como perro que tumbó la olla.

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