La suerte es loca y a cualquiera le toca

Rosa Martínez

HAVANA TIMES – Después de los duros años de la década de los 90 -que no quisiera ni recordar-, no hay manera que nuestro país se libre de las dificultades económicas.

En el largo camino de casi 30 años desde que Fidel declarara el estado de Periodo Especial en tiempo de paz -así se llamó-, hemos recibido la ayuda de muchas naciones hermanas, muy especialmente Venezuela, pero ni siquiera el bajo precio del petróleo bolivariano sirvió para que arrancáramos definitivamente y no dependiéramos nunca más de fuerzas externas, ni fuéramos aplastados por el bloqueo estadounidense, que nos guste reconocer o no, sí existe y sí hace daño.

El cubano, obligado a ser ingenioso por las necesidades padecidas desde entonces, se las ha arreglado de muchísimas maneras para subsistir, como por ejemplo, vivir a expensa de los recursos gubernamentales puestos a su resguardo, dígase carro, combustible y otros bienes; trabajar por “la izquierda” cuando el cuentapropismo aún no estaba legalizado; sustraer productos estales en lo que es reconocido nacionalmente no como robo, sino como forma de lucha; y por último, emigrar.

La migración ha sido una de las principales consecuencias de las excesivas carencias que hemos padecido en Cuba. Indudablemente, como en todo el mundo, aquí se emigra por muchas otras razones, la política incluida, pero es la cuestión económica el principal resorte que ha hecho que miles de nuestros compatriotas se arriesgaran a cruzar el estrecho de la Florida, atravesaran varios países, selvas y bosques peligrosos, ríos desconocidos, o se montaran en un avión con el destino que fuera, inclusive Islandia, una zona tan fría como desconocida.

Pues así es, cuando se acaban los inventos; cuando el trabajo o la lucha no dan más; cuando sobrevivir el día a día no es posible sin estar en peligro inminente de ir a prisión; cuando los hijos crecen y sienten que no tienen posibilidades de progreso, entonces muchos de nuestros familiares, amigos y vecinos deciden partir de manera definitiva, aunque para eso queden atrás muchas de las personas amadas, especialmente los más viejos, como padres y abuelos.

Después de la derogación de la Ley de pies secos pies mojados, que posibilitaba la entrada de cubanos a Estados Unidos, tanto por mar como por tierra, mucha gente que había planeado irse al Norte, quedó con sus sueños por cumplir.

El pasado mes de octubre y hasta los primeros días de noviembre, se abrió la lotería, en la cual Estados Unidos ofrecerá 50 mil visas para emigrantes de varios países, con una cuota de 3500 para la Isla.

Al menos 3500 nacionales, de los miles inscritos, podrán cumplir el deseo de pisar tierra yanqui, recomenzar sus vidas en un país desarrollado, intentar mejorar sus vidas y ayudar a las familias que quedan atrás.

Esperemos que el 2019 y el 2020 (cuando se dará a conocer el resultado de la lotería de visas, o bombo como se conoce popularmente) marque un nuevo camino para los escogidos.  Este parece ser el último sorteo de ese tipo, desde ahora mismo todos los aspirantes están expectantes, porque la suerte es loca y a cualquiera le toca…

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