La orejera de la discordia

Rosa Martinez

Madre y hijo. Foto: Ihosvanny

HAVANA TIMES, 12 oct. — Son las 5:40 de la mañana del martes 5 de  octubre.  Mi vecina Marbelis acababa de levantarse, y se dispone a preparar el desayuno para su niña de 4 años.  Ella, normalmente, no prueba bocado alguno hasta pasadas las 10 am.

Después de asear y vestir a la niña, va siempre para el círculo  y luego directo a su trabajo.  Estar temprano es un mandamiento.

Pero desde hace unos días llueve en la zona oriental del país,  y también ese día amaneció lloviendo, al parecer Marbelis no estará a tiempo en su puesto de trabajo.

“Llegaré tarde hoy,” dijo Marbelis, “Dios bendiga la lluvia que tanto necesitamos, pero por favor, que no llueva a esta hora,” y mira al cielo como si alguien escuchara su reclamo.

Por lo menos, hoy,  nadie la escucha.  Llueve a cántaros en esta parte de la ciudad, y es imposible salir de casa hasta casi las 8 de la mañana.

Apenas disminuye la lluvia mi vecina carga con la niña en brazos, la protege bien y sale para el círculo que está a unas pocas cuadras de la casa.

-Mamá, no podemos dejar entrar a la niña- dice una maestra sentada a la entrada del centro educativo- Ya son pasadas las 8 y usted sabe que sólo hasta las menos cinco se reciben a los pequeños.

-Pero usted ve que está lloviendo desde temprano, no pude llegar antes -trata de explicar la madre-, además, no tengo con quién dejar a la niña y tampoco puedo faltar a  mi trabajo, prosigue en tono bajo.

-Discúlpeme, pero no hay nada que yo pueda hacer-responde la educadora encargada ese día de dar la bienvenida a los niños.  Nosotros debemos hacer cumplir el horario- agregó.

Marbelis  no se da por vencida y le explica que la niña estuvo hace poco con bronquitis y no se puede mojar con agua de lluvia, también que conocía la importancia de cumplir con el horario de vida de los niños, especialmente el de entrada para no interferir en la gimnasia matutina y otras tareas educativas, agrega que ella siempre llega temprano,  que eran solo 10 minutos de atraso, pero ningún argumento convence a la responsable.

-Lo siento, no puede dejar la niña –le ripostó categóricamente.

La madre no tuvo más remedio que regresar a casa con su bebé.  Ese día, sus alumnos de segundo grado no recibieron clases.

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