La mentira tiene piernas cortas…

Rosa Martínez

Foto: Caridad

HAVANA TIMES — Los padres nos enfrentamos a muchas tareas complicadas a lo largo de nuestra convivencia con los hijos, pero educarlos es la más difícil de todas.

Muchas personas dicen que las bases fundamentales para una buena educación son, primero que todo, el amor, segundo el respeto y compresión y, en tercer lugar, la sinceridad, pues es más fácil que nuestros descendientes repitan nuestras acciones y no que hagan lo que le digamos que es mejor.

A los niños se les pega lo bueno con facilidad, pero también lo malo que ven en casa, en la escuela, en el barrio. Por eso resulta tan difícil criar un ser humano honesto, si tú mismo no lo eres o, en el peor de los casos,  callas sobre determinado asunto para que no repita tus ideas o pensamientos.

Usar el engaño en la educación de los hijos deteriora por completo la confianza que estos sienten hacia nosotros. Ellos confían en sus padres por sobre todas las cosas y si les mentimos, justificadamente o no,  pensarán que todos los adultos lo hacen y hasta creerán que la mentira puede ser una forma de obtener lo que se quiere.

Mi hija mayor, que es muy talentosa y aplicada, finalizó el séptimo grado. Durante los dos últimos meses del periodo lectivo tuvo que realizar varios trabajos en las asignaturas que no tienen examen final.

Uno de los temas que le tocó investigar, escribir, para después debatir frente a un panel de varios profesores, fue el de los derechos humanos. Algunas de las preguntas a las cuales debía dar respuesta en su pequeño projecto eran qué eran los derechos, por qué es importante conocerlos, poner ejemplos de países que incumplen con ellos y, finalmente, explicar cómo se cumplen en nuestro país.

Tania es muy independiente con sus tareas y solo me pide que la ayude a buscar información en periódicos, revistas o en Internet. Después le doy un vistazo a su ortografía, que por suerte es excelente y, finalmente, le digo si creo que sobra o falta algo importante.

En este caso tuve que hacerle algunas aclaraciones que no deben faltar cuando se habla sobre los derechos humanos. Lo primero era decir que ningún país cumple con todos, y Cuba, como el propio Raúl reconociera durante la visita de Obama, no es la excepción.

En su investigación, mi hija hacía énfasis en los logros alcanzados en la Educación, el Deporte y la Salud, (como era de esperar) que son válidos, pero que no deben ser vistos como exclusivos de la Isla, pues en muchas naciones existe salud y educación gratuita y de buena calidad.

Le expliqué muchas otras cosas, pero (para evitarle problemas) obvié lo relacionado con los derechos elementales que se violan en nuestro país, como el de expresarse libremente sin temor a represalias, el de reunión, el de disentir con el gobierno, y otros en los que ciertamente no somos ejemplos.

Dejar de decir, como dejar de hacer, es una forma de mentir, de engañar. Si yo misma no soy sincera con mi hija cómo exigirle después que lo sea…

 

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