Entre cuentas y dolores de cabeza

Rosa Martínez

Una “bodega” donde los cubanos compran pequeñas cantidades de productos racionados.

HAVANA TIMES — Evidentemente no todos los cubanos tenemos la misma situación económica, pero lo que sí es seguro es que a la gran mayoría el salario solo le alcanza para sobrevivir durante ocho o 10 días (contando los alimentos de la canasta básica) y los restantes 20 días del mes la pasan, como yo, haciendo actos de magia para adquirir los productos de primera necesidad.

Aunque en Cuba nadie muere de hambre, proveer un familia con las tres comidas fundamentales: desayuno, almuerzo y cena se vuelve un gran dolor de cabeza, especialmente para los que trabajamos en el sector estatal, y no tenemos contacto con la moneda dura cubana, o alguna otra proveniente del exterior.

Pues ayer fue una de esas ocasiones que la despensa amaneció sin siquiera un grano para preparar un arroz blanco y un potaje, una de las comidas cubanas más comunes y gustadas, no solo por su fácil elaboración, sino porque antaño era la más barata.

En realidad la situación era grave, pero no tanto, porque tenía en la mano 50 pesos -50 MN, no vaya usted a creer ni por un segundo que eran CUC.

Cincuenta pesos cubanos (dos dólares) no es gran cosa ni siquiera en Cuba, dirán los amigos lectores, y están en lo cierto, pero al menos es más que nada, ¿verdad?, peor sería no tener ni comida ni un centavo.

Con mi fortuna en mano salí corriendo a luchar; mi niña mayor salía temprano y debía apurarme para dejarle su almuerzo listo.

Saqué varias cuentas para ver cuál opción era la más económica y productiva. Después de sumar, restar, multiplicar y dividir más de una vez, me cansé. Aquello no daba para más que dos libras de arroz (10 pesos), dos de fríjol (30), dos y media de yuca (5) y dos aguacates (5).

Tantos cálculos me trajeron un dolor de cabeza enorme, sentía que el mundo daba vueltas, como cuando uno acaba de montar las bicicletas voladoras del parque de diversiones.

Lo bonito del caso era que había resuelto un gran problema, y mi cabeza lo entendía muy bien, pero como ella es más inteligente que yo, seguía doliendo, porque sabía que dentro de dos días tendría que pensar en lo mismo.

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