Café es lo que quiero

El buen café endulzado, delicioso es más que mil besos, dulce sabe cual vino moscatel, ¡café, sí, es café lo que quiero! Y quien deseare darme a saborear una exquisita bebida, venga a ofrecerme una taza de café. -Johann Sebastian Bach

Por Rosa Martínez

Foto: Osmel Ramírez

HAVANA TIMES – Alguna vez se ha preguntado como sería la vida sin café. ¿Sí, lo ha hecho? Pues, yo no me lo he preguntado, no me lo he imaginado, ni tampoco quisiera saberlo.

Es que al grano del cafeto estoy enlazada desde muy chiquita.

Es costumbre en mi familia dar un sorbito de café claro (un trago dulce y con muy poca cafeína) a los bebés después de los 6 meses de nacidos. Según mi descendencia, un poquito de esa bebida mágica, de vez en cuando, evita que se enferme la boca de los niños.

Mis hermanos y yo nos criamos desayunado pan con café. Todos esperábamos impacientemente que mi abuela preparara la primera colada. Siempre nos desesperábamos, pues creíamos que el clarito, que era el que nosotros ingeríamos, podía llegar antes que el de sabor intenso de los adultos. Pero no ocurría así.

Recuerdo que un día mi hermano menor formó tremendo pataleo, porque decía que no era justo que los grandes tomaran primero que los más chiquiticos. En esa ocasión lloró mucho de rabia, pero después comprendió por qué debíamos seguir siendo los últimos en beber, aunque en el corazón de la abuela éramos los primeros.

Ese delicioso aroma, tempranito en la mañana, me trae muchos recuerdos agradables. Primero el de mi hermano predilecto, el más pequeño, ese confidente que he malcriado desde siempre y que como resultado he conseguido su idolatría. Por supuesto mi abuela, la persona más dulce que haya existido sobre la faz de la tierra, aunque dicen que todas las abuelas son así. Y mi familia, todos alrededor de una inmensa cocina formando tremendo alboroto desde la salida del Sol.

Mi adorada abuelita murió hace mucho tiempo, y las reuniones familiares, pues esas ya no son iguales. Pero el amor de mi hermano menor crece cada día y mi adicción por la cafeína también.

En diferentes etapas de mi vida he ingerido un poco más o menos de la llamada bebida de los dioses.

Recuerdo que cuando estaba en el pre me dijeron que se me pondrían los dientes negros por tomar tanto y quise dejarlo corriendo. No podía permitir que mis dientes se afearan por un trago que al final no era nada del otro mundo, me dije entonces.

Cuando entré a la universidad, aunque me preocupaba igualmente por mi apariencia, necesitaba largas horas de estudio durante la noche. Así que nuevamente mi eterno amigo se adueñó de mi vida, esta vez para siempre.

Ahora soy una trabajadora cubana común, madre de dos bellas adolescentes, viviendo en un país con grandes dificultades económicas. En no pocas ocasiones la locura se ha apoderado de mí cuando no puedo conseguir para mi familia esto o aquello, me refiero a lo esencial, a lo verdaderamente necesario para sobrevivir. De lo que le da un poco de mejoría, alegría o satisfacción a la vida, de eso mejor ni hablar.

Creo que ha sido gracias a ese fiel compañero que los días me han resultado más llevaderos. No importa si se enferma alguien, si ha sido muy difícil poner el plato de comida en la mesa, si las notas escolares no han sido las mejores, si partió un amigo o un familiar, si me tocó lidiar sola con las dificultades familiares…

Mi café está ahí, fiel a mí. Él hace latir más lento mi corazón y me suaviza el alma.

Pero, hace algunos días que no pruebo buche alguno. Hace mucho se acabó el HOLA de la bodega que, aunque ha sido muy criticado, ahora todos quieren tener. Tengo la opción de comprar en grano y que algún vecino lo tueste, pero ese también está perdido, no aparece a precio alguno. Solo me quedaba la tienda en dólares, y ahí, más con dolor que con dólares, tuve que acudir.

Pero antes de ir a la tienda quise investigar por qué tanta carencia de dicho grano, si aquí en el Oriente (Santiago como mayor cosechadora) se produce el 90 por ciento del café de todo el país. Nunca habíamos tenido tanta escasez de dicho producto, ni siquiera en los más duros momentos del periodo especial.

Durante algunos días seguidos busco en Internet sobre dicho tema, pero solo encuentro noticias viejas. Todas hablan sobre el crecimiento de la producción del cafeto y del incremento de las exportaciones a nuevos mercados. Pero como ya dije, noticias viejas.

Hoy realizo una nueva búsqueda y bum me topo con un trabajo actual, de hace solo unos días. Fue publicado por Cubadebate. Leo y releo el artículo para conocer de una buena vez las causas de la escasez del polvo a nivel nacional, mi cocina incluida.

No me lo puedo creer. Según Antonio Alemán Blanco, director general de la Empresa estatal Cuba-Café, una de las causas para la actual escasez de café en los hogares de Cuba es el aislamiento social. Dice que ha llevado a los cubanos a beber más del maravilloso elixir. Es decir, la culpa también es mía…

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