Que el cubano no trabaja? Vagancia? (II)

Regina Cano

Señores!, ambulantes o en sus casas, huyendo de la policía y de los inspectores estatales, mis coterráneos se han estado jugando el pellejo por mucho tiempo, por lo que no ha faltado quien encontrando espacios o vacios dentro de lo que dictan las leyes ha abusado de otros.

El proceso actual de cambio legal para ciertas labores  explicita lo que digo,  pues se sabe que ya existían las ocupaciones que ahora están autorizadas a ser ejercidas.

Desde los 90´s ha sido más evidente el deambular de personas que en edad laboral llenan las calles y sorprendentemente las tiendas,  lo que reactivó el mito de que “no se trabajaba.” pero después de analizar lo anterior, quién asegura que no estuvieran ocupados en ello o disfrutando el resultado de ese trabajo.

Por ejemplo, la generación nacida en los 90´s aprendió que “nada es regala’o.” muy por contrario de aquellas otras –que lo cargan como un lastre- nacidas con anterioridad o dentro de la Revolución Cubana y que no desarrollaron habilidades en consecuencia y sí cierta fe en algunas relaciones con el Estado.

Yo opino que el cubano es un individuo que cree en el progreso, que funda nuevas familias y busca procurarle techo y comida (desde Cuba o fuera de ella).

Afirmar que el cubano no trabaja también forma parte de nuestra chispa: “a quien -según nosotros- no le gustaría vivir sin trabajar?” y por ende, si pudiera lo llevaría a efecto (aplicable a muchos seres humanos).

Entonces, el cubano siguió y sigue trabajando (duramente!) y armando relaciones económicas que le han permitido alimentarse, vestirse y construir o ampliar sus viviendas, es decir, los cubanos no hemos sido unos vagos que han vivido todo este tiempo del Estado.

Que el empleado en la red estatal no aprovecha o no rinde en su horario laboral o lo hace de mala gana, es verdad.

Pero que también ha coexistido la búsqueda de alternativas de sobrevivencia o más bien, que para continuar la vida había que tenerlas en cuenta, fue también válido. Estas alternativas fueron vistas como “ilegales” y desterradas al mundo de la nada, “nada haces, culpa tienes.”

El hecho de que la gente aquí no le “trabaje al Estado” o no se emplee dentro de la estructura estatal -por motivaciones explicitas-, no ha significado que la gente no se buscara su dinero.

Probablemente dentro de la población que se empleaba en la estructura alternativa, un pequeño porciento se dedicaba  a los actos delictivos de hurto o robo.

Mientras el mayor índice de esto debe encontrarse entre los implicados en la llamada “lucha” -camino no pavimentado- que conducía desde los trabajadores estatales (transitando por el mercado negro) a los productos hasta las manos de particulares, último peldaño para consumirlo.

Al final de la cuenta, el pueblo recibía el mismo dinero que el Estado había invertido.

Por un sendero más largo y caro, ¡claro!, que a últimas cuentas (incluyendo a todos los involucrados) iba a parar al bolsillo de la Infraestructura Económica Nacional, reembolsándose como el ciclo interminable que siempre ha sido, y que ellos mismos deben haber analizado en algún momento.

 

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