Vivir cien años en Cuba

Calle principal de la Ciudad de Pinar del Río

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – El sábado por la mañana salí para ver a mi niña. Llegué a la autopista y encontré una decena que esperaba, algunos desde el amanecer. Todos impotentes, observando la carretera vacía porque apenas pasaban los autos.

El comentario era de lo que ya se sabe. No hay combustible. Todos hemos visto las imágenes por estos días de colas gigantescas para comprar gasolina.

Pasaron las 9, 10, 11, 12 del mediodía y nada, nada de nada. Ni siquiera un camión privado. Las horas seguían y el número de personas aumentaba como la inflación, ya éramos más de 50. Las llamadas de mi hija para saber cuándo llegaba solo conseguían desesperarme. Los escasos carros que transitaban no querían detenerse. A los cinco minutos se detuvo una guagua hacia La Habana, el conductor con mala forma.

Estaba tan llena que pocos lograron montar. No quise meterme en esa perrera de empuja y entra porque todavía conservo un poquito de decencia, aunque sé que desde hace bastante tiempo la gente decente no tiene cabida en este país de mierda.

Pues bien, viré a las 2 de la tarde, extenuado, molesto y con hambre. Habían quitado la corriente desde las 2:00 de la tarde y presuntamente vendría a las 8:00 de la noche.

La vecina me dijo que vino salchicha y me dio el paquete que me tocaba por libreta. De los mandados nada, solo azúcar y arroz.

Hay una estrecha relación entre embutidos y cáncer. Yo evito las salchichas, el jamón y cualquier comida ultra procesada, pero no soy radical porque vivo en Cuba y aquí se come lo que se consigue, no lo que uno quiere.

Además, a las 8:00 pm, cuando llegara la electricidad no tendría ánimos para cocinar los dos muslos de pollo que me quedan.

No hubo pan de la bodega porque “no hay harina de pan”-según dijeron. Me comí dos salchichas  con un poco de leche en polvo que gracias a Dios me queda y me fui a entrenar con pesas en el gym rústico de mis amigos.

Terminé justo al llegar la corriente. Me preparé la comida y me bañé. Ya eran casi las 9:30. Me serví el plato y encendí el televisor para entretenerme un poco con las películas del sábado como es costumbre, pero nada, en su lugar pusieron un programucho de porquería con escalinata de la Universidad de La Habana, actuaciones, música, propaganda política…me acosté.

Hace como un mes cumplí cien años, es diciembre del 2074 y me voy a morir. Es una muerte natural y tranquila, rodeado de mi hija, nietos, biznietos y tataranietos que me adoran.

En esas despierto, miro el móvil y son las 4 y un poco de la madrugada de este domingo. Han quitado la corriente. Un apagón más.

Sé que ya no volveré a conciliar el sueño, me levanto y comienzo el día más temprano de lo habitual.

Me quedo con esta sensación que es recurrente desde hace un tiempo, que voy a morir poco después de cumplir los cien, y que al contrario de lo que antes pensaba sobre la vejez, la mía será feliz y serena, la mejor etapa de la vida. Parece tonto pero así lo siento y lo he llegado a creer.

Un anciano pasa vendiendo ajos, le compro una ristra a $200 pesos, voy a poner los frijoles y los dos muslos de pollo pero vuelven a quitar la corriente. Así no hay quien viva cien años.

Lea más del diario de Pedro Pablo Morejón aquí.

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