HAVANA TIMES – Según mi entender y parecer los humanos, como todos los animales (al menos los mamíferos), somos máquinas fuertemente influenciadas por nuestros genes. Como especie, al igual que las demás, nuestra función biológica no es otra que replicarnos y sobrevivir.

El macho y la hembra comparten esta misión, pero con roles diferentes.  Los primeros se encargan de la replicación, de ahí que un testículo humano albergue millones de espermatozoides que están listos para engendrar a millones de mujeres y luchan desesperadamente por acceder a un óvulo que solo puede aparecer una vez al mes y que una vez fecundado desaparece por casi un año.

Las hembras tienen la misión principal de que el nuevo ser sobreviva y para ello utiliza una estrategia reproductiva diferente, selectiva, escogiendo bien a su pareja, protegiendo y alimentando a su hijo durante los meses de gestación y después del nacimiento, etc, no quiero extenderme más pero así es en rasgos generales.

De ahí que muy bien fundamentada es la creencia de que nada en este mundo supera el amor de una madre. Es lo natural, una mujer que no ama a su hijo es una degenerada en toda la regla. Sin embargo, yo no sé qué sucede con la mujer moderna aquí que cada vez veo más casos de desamor, desatención y falta de responsabilidad.

Este fin de semana, en una guagua observaba a una madre con su niño de unos cinco años. Viajaban delante de mí. El pequeño, sentado en el lado de la ventanilla, sacaba, a cada ratos su cabeza. La madre, por su parte, ensimismada en su móvil ajena a lo que sucedía.

Siempre me ha sucedido algo curioso que precisamente acabé de comprender en ese instante, y es que en ese tipo de situaciones tiendo a ser demasiado protector con los niños. No pude evitar tocarla y advertirle, regañó con un poco de brusquedad al chico y al rato volvió la misma situación. 

Los minutos de desasosiego me parecían eternos. Toqué al pequeño y le expliqué, con algunas palabras de su nivel el peligro de sacar la cabeza. El chico me hizo caso omiso y continúo en lo suyo.

Fue un gran alivio llegar a mi destino y desaparecer de la escena. La realidad es que me pongo obsesivo con estas cosas a pesar que no soy sobreprotector con mi hija. Recordé en ese momento un incidente ocurrido hace como diez años.

Estaba en un parque infantil con mi niña y observé a una pequeñita subir por una escalera metálica, la madre o el padre no se veían. La niña parecía estar sola, se me ocurrió ir a bajarla, era un peligro evidente. Tomé a la mía de la mano y sin soltarla, a pesar de su pataleta, me dirigí a la escalera y justo cuando llegaba la pequeña se caía, pude evitarlo y entoooonces fue que apareció de no sé dónde su madre a querer reprenderla. 

Y podría contar muchos casos que he visto. Madres caminando por la calle con sus hijos pequeños detrás, digamos a 3 o 4 metros. Niños que no salen de la casa del vecino mientras los padres permanecen confiados, circunstancias en las que suceden la mayoría de los abusos infantiles.

No sé qué está ocurriendo en la sociedad moderna y aunque no es la mayoría un número nada despreciable de mujeres descuidan a sus hijos o no usan protección para sus relaciones carnales, se embarazan y recurren al aborto como si esto fuera un método anticonceptivo.  Son dignas de la esterilidad. Se salvan que no soy Dios.

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