Cuba es donde la realidad supera a la ficción

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – La ciudad de Pinar del Río despierta en medio de un hervidero de personas que corren tras bienes de primera necesidad. Se asemeja a Nueva Delhi, Calcuta, Bombay… cualquiera de esas urbes de La India que solemos observar a través de la pantalla de un televisor, donde la gente se agolpa formando una marea humana que parece no tener fin.

Nadie sabe lo que van a vender, puede ser pollo, aceite, galletas, detergente, jabón, pasta dental… no se sabe. La posibilidad de contagio del nuevo coronavirus no es preocupación en esos momentos.

Un reportaje de Tele Pinar (televisión de la provincia pinareña) presentaba hace días denuncias de acaparadores que obtenían los primeros puestos, marcaban para sus compinches, se las ingeniaban para comprar varias veces y, al final, revendían esos productos a precios exorbitantes.

La muchedumbre se expresaba molesta y frustrada delante de los reporteros. De ahí que decidieron tomar medidas organizativas. Desde el amanecer reparten tiques con el propósito de organizar las gigantescas colas que se han venido sucediendo.

Hay toque de queda por causa de la Covid-19. Bien ridículo considerando que es por el día cuando las personas se aglomeran. Desde las 8:00 pm hasta las 6.00 am no se puede salir. La policía custodia las calles, detiene e impone multas a los transgresores.

Para comprar se debe salir a partir de la hora establecida, marcar en la cola y esperar. Sin embargo, una amiga me cuenta que así es muy difícil comprar. Hace poco se levantó a las 5:30, llegó a las 6:00 am, pero no alcanzó los tiques. Dieron 300 y quedó fuera.

¿Qué está sucediendo? Algo inverosímil. Desde la madrugada mucha gente ya está en las calles esquivando a la “fiana”, en un guion que me hace recordar mi niñez cuando veía aquel programa titulado La Comedia Silente, collage de cine cómico parodiado por Armando Calderón, el hombre de las mil voces, con sus personajes de Charlot, Matasiete, Barrilón, etc.

Las personas se suben a los árboles del parque Roberto Amarán, mejor conocido como El bosque, se ocultan en viviendas cercanas previo acuerdo y pago al propietario, se mimetizan en algún callejón oscuro, o sencillamente ocupan la funeraria camuflándose entre los dolientes de algún fallecido.

Así, con esas técnicas de enmascaramiento en el terreno logran esquivar la vigilancia policial. Y cuando los policías silban como señal del levantamiento del toque de queda, estos grupos salen aparentemente de la nada (como los vietcong sobre las tropas estadounidenses en la Guerra de Vietnam) y en menos de un minuto se amontonan a las puertas de las tiendas.

Todo causado por esta escasez crónica que nos viene acompañando tiempo antes de la pandemia. Solo que ahora se profundiza.

Por eso, la realidad supera a la ficción, en este país que hace tiempo vive sumergido en un círculo vicioso.

Mientras, el cubano de a pie tendrá que levantarse cada día, agobiado por la incertidumbre de no saber cómo satisfacer sus necesidades en el futuro inmediato, sobreviviendo en medio de una lucha en la cual la consigna es sálvese quien pueda.

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