Que el egoísmo no nos domine

Por Paula Henríquez

HAVANA TIMES – La vida es un movimiento constante. No es como un bucle exacto e infinito que gira sobre su propio eje.  Cada vuelta trae pequeños cambios, algunos mejores y otros no tanto. Lo más preocupante en este ir y venir es la naturaleza humana.

Cada vez son más las personas que piensan de forma egoísta y defienden sus propios intereses, aunque para ello tengan que caminar sobre las cabezas de sus semejantes.  Así se ve a diario en cada cosa que hacemos, en el lugar donde laboramos, en la cola del mercado, en un autobús…

La historia que les traigo no es cuento de segundos ni de terceros. Yo la viví personalmente hace algún tiempo mientras iba de camino al trabajo en un ómnibus urbano.

Una joven embarazada caminaba hacia la última parte del vehículo en marcha, porque no encontraba sitio para sentarse. Los asientos reservados para embarazadas e impedidos físicos estaban ocupados. Entonces, ella, que llevaba el cansancio de su estado reflejado en la cara y en sus pies hinchados, decidió pedir ayuda.

De esa forma, se acercó a un hombre de aproximadamente unos 30 años de edad, con un cuerpo evidentemente tallado por los ejercicios, y le pidió amablemente si podía cederle el asiento.

El joven se levantó con una expresión de enojo y le respondió de muy mala forma a la chica que él se lo daría, pero que no era su obligación hacerlo.

La muchacha reconoció que él tenía razón y trató de seguir conversando. Pero aquel hombre no la dejó terminar y comenzó a vociferar violentamente, buscando apoyo y aprobación entre los demás pasajeros.

Mi asombro mayor

Para mi sorpresa, algunos de los presentes comenzaron a hacerle coro al desalmado. ¿Qué ocurre aquí?, pensé espantada. No daba crédito a lo que escuchaba y veía, mas lo peor no era eso.

Mi asombro fue total cuando sentí que una mujer se sumó a esta especie de purga. En ese momento lo único que me pasó por la mente fue que esa persona no había sido premiada por la vida con la bendición de ser madre. De otra manera, no hubiera entendido su falta de empatía.

Ya era demasiado para mí. Caminé hasta donde estaba el hombre y aterciopeladamente le dije en voz baja que no se trataba de razones, sino humanidad. A estas alturas ya me esperaba yo que el acalorado fisiculturista me pusiera en mi lugar, pero por suerte no fue así.

El individuo optó por ignorarme, no sin antes ver en su rostro los deseos de, digamos, no tratarme con cariño. Se fue hasta el fondo del ómnibus, donde permaneció en silencio hasta que llegó a su destino.

Esta es solo una de las tantas experiencias de ese tipo que vivimos a diario. El egoísmo y la deshumanización pululan a nuestro alrededor como una conducta natural y en muchas ocasiones, son aprobadas por la mayoría, como esta que les acabo de relatar.

Hay muchas cosas que deben ser cambiadas, pero todo proceso evolutivo tiene un punto de partida. Vamos a llamarle como una especie de base cimentada que soporte el peso de todo lo que vendrá después.

Así es nuestra humanidad, si nos falta eso ¿cuál será nuestro futuro como especie? ¿Qué legaremos a nuestra descendencia?

Tenemos que abandonar esa conducta humana autointeresada, esa sensación excesiva de la propia importancia. Ya lo he dicho en otras ocasiones: somos un todo que viaja en una misma dirección.

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