Por Paula Henríquez
Retomo la línea, se me ocurre algo incluso mejor que lo anterior: “Mamá, ¿puedo servirme jugo de mango yo sola?”. “No, nena, el pomo es demasiado pesado para ti, lo vas a derramar”. Me levanto y le sirvo la bebida. Al volver al asiento, ya ni sé de lo que estaba escribiendo.
La parte de la cuarentena de la que nadie habla es de la ansiedad de los niños al no poder salir de casa, lo cual trae consigo más reguero de lo habitual, la necesidad constante de estar haciendo algo, bueno o malo y la búsqueda desesperada de atención.
Cada día se hace más difícil entretenerlos. Cuando hablo con mis amigos por teléfono siempre surge el tema de ¿cómo te las arreglas para terminar el día sin volverte loco/a? Y siempre llegamos a la misma conclusión: es un gran desafío.
Ya no quedan libros de cuento que leer. Conocemos hasta el último rincón de la casa y hemos revisado la más escondida de las gavetas. El pasillo se ha convertido en pista de carreras y no han faltado las caídas y los golpes. Los monos, osos y perros de peluche, con los cuales nunca jugaba, ahora van de un lado para otro y algunos hasta tienen las patas descosidas.
La parte de la cuarentena de la que nadie habla es de cuánta paciencia se necesita para los hijos. Creo que nunca antes había pensado en ello. Ahora me doy cuenta.
Tampoco se habla mucho de cuánto habremos aprendido de este mundo de ser padres al volver a la vida real. Sin duda, nos ayudará en el futuro, pues siempre tendremos que enfrentar situaciones complicadas. Esperemos que nunca más sea como esta.
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