¿Tiene solución el ‘caso Cuba?

Por Osmel Ramírez Álvarez

Foto: Yon Rey

HAVANA TIMES – A simple vista el ‘Caso Cuba’ parece tener un diagnóstico de grave-crónico, como si no tuviese solución pero tampoco se muere.

Lo que conocemos como ‘la Revolución’ triunfó por las armas en Cuba en 1959, con un innegable apoyo popular basado en la promesa del retorno a la Constitución del 40, lo que significaba democracia y estado de derecho. Algo que seguimos necesitando porque la obra sigue inconclusa y en vez de mejorar el país, 60 años después está destruido.

La historia real condujo al acercamiento con la URSS y la asimilación del socialismo radical soviético, en una especie de refugio ante la potencia herida, (EUA), que no aceptaba la pérdida de un área de influencia política y económica tan cercana en medio de la Guerra Fría.

Pero, (siguiendo esa lógica cuestionable), si al cabo de medio siglo y mucho más es tan evidente que esa decisión trocó el camino de la democracia y la prosperidad hacia el del totalitarismo, la represión política, el desastre económico, las penurias, la migración, el apartheid ideológico y el aislamiento del mundo, persistir en ese mismo camino se vuelve un crimen de lesa humanidad.

Podemos decir categóricamente que hoy la situación en Cuba es peor que 1959. El país en ruinas y el sistema no funciona ni para lo básico. Mientras que la dirigencia del país dice odiar el capitalismo, son los más grandes capitalistas de la historia de Cuba y no permiten a los ciudadanos la libre empresa, ni siquiera en pequeña proporción de manera legal.

El pueblo desesperado sin transporte, sin alimentos, con la mayor escasez del mundo y sin esperanzas de que esto mejore. De cola en cola y molote en molote, donde la gente pelea hasta golpearse por un litro de aceite, un paquete de detergente o un kilo de pollo.

¿Y cuál es la esperanza?

Existe una oposición política que aboga por el cambio democrático, con diversos matices según el posicionamiento de cada cual. ¡Pero desunidos y estigmatizados, criminalizados y reprimidos por el Gobierno¡. Lo peor es que entre ellos predomina la idea de vencer ‘barriendo’ a los comunistas sin tener con qué. No aceptan puntos medios ni negociación ni diálogo, porque se impone el rencor por tanta represión y exilio forzado.

El Gobierno, por su parte, no tiene la más mínima posibilidad de sacar el país adelante. Está agotado en su capacidad de generar esperanzas de mejorías, que siempre han resultado  falsas, pero animan, al menos, por un lapso de tiempo.

La última que colmó la copa fueron los llamados ‘Lineamientos’, fruto de un debate nacional. Un verdadero chasco, algo hasta risible si no fuera tan doloroso para nuestro pueblo las consecuencias de ese descrédito. Realmente el sistema sobrevive aferrado al poder y culpando al embargo estadounidense (al que llama bloqueo) y a los opositores (a los que llaman mercenarios) de su propia incapacidad.

Desde hace tiempo no hacen otra cosa que seguir metidos en el medio impidiendo el cambio que Cuba necesita, retrasando nuestro progreso e impidiendo nuestra libertad. Y tal parece que lo harán hasta que nuestro pueblo logre desprenderse del férreo control social a fuerza de penurias y se los sacuda como parásitos.

Lo otro sería que milagrosamente lograran superar las barreras mentales que les impide promover el cambio que Cuba necesita, sin duda, el mejor camino para la Patria. Pero la verdad es que nada indica que lo harán, aunque tal desenlace equivalga a cumplir con el objetivo prístino de la propia Revolución, con el anhelo martiano de una Cuba “con todos y para el bien de todos” y con las demandas esenciales de los opositores. En fin, la solución de la crisis nacional.

La oposición desunida no puede tener un plan conjunto que sea objetivo y ni siquiera se vislumbra la posibilidad de que lo consigan. Aunque juega un papel importante como loable muestra de resistencia, es difícil que en estas condiciones pueda conducirnos al triunfo de una democracia. Máxime si hay un fuerte sector que apela a las presiones del embargo y a una hipotética intervención militar liberadora.

De manera realista solo se percibe una posibilidad: que la oposición pacífica se organice con un plan coherente con nuestra realidad, pulseando adecuadamente al Gobierno con el apoyo imprescindible de la comunidad internacional; que sea capaz de transformarse en una opción verdadera para la mayoría del pueblo no para un minúsculo grupo radical y así pueda despertar una esperanza de éxito; y que como primera opción siempre esté dispuesta a trabajar con las entidades gubernamentales en una hoja de ruta conjunta por el cambio democrático.

Creo que un plan así sería demoledor para el discurso oficial y se verían compelidos a negociar y abrir canales democráticos con resultados liberadores inmediatos y exponenciales. Pero se necesita que la oposición termine de madurar, prime la objetividad por encima de la pasión y luego con estas fortalezas pueda presionar al Gobierno de Díaz Canel a poner en práctica su propio eslogan: “Pensar como país”.

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