San Valentín, un día muy especial para los cubanos

Por Osmel Ramírez Álvarez

Osmel y su esposa Idalia.

HAVANA TIMES – Llega el 14 de febrero, el Día de los Enamorados en Cuba. La mayoría de las parejas buscan afanosamente un obsequio digno de tal celebración, cada uno por su lado, y en secreto. Es un deseo desenfrenado por mostrar con algo hermoso, útil o deseado, lo importante que es la otra persona. Una forma de significar valor y reconocimiento al sentimiento que los une.

He escuchado por aquí y por allá, (no lo viví), que con el triunfo de la Revolución se trató de minimizar la importancia de los festejos de tradición religiosa. Pero no solo fue con la Navidad, las Pascuas, los días de Reyes o el de San Valentín, ¡hasta los días de las madres y padres!

Primero por la cruzada ateísta del marxismo en boga, y segundo, por considerar esas fechas solo en el sentido consumista: como una estrategia capitalista para estimular ventas masivas y superfluas. Lo que nada tenía que ver con el “objetivismo” de la nueva sociedad, devenido luego en crisis e incapacidad para sostener las demandas del mercado interno o efectuar importaciones no vitales. Semejante concepto no encajaba en aquella utopía ni con la naciente economía planificada y disfuncional.

No obstante, nuestro pueblo continuó siendo “occidental” y sus tradiciones “cristianas”, sin importar si se es o no creyente. El Día de San Valentín nunca dejó de ser una fecha importante para los enamorados, aunque perdió el nombre del santo por mucho tiempo (poca gente sabe que se llama así y solo recientemente se le usa en los medios oficiales).

Y de ahí el intento de no centrarlo solamente en el amor de pareja que motivó la historia del santo y la decisión papal de trasmutar una vieja festividad romana sobre la fertilidad, en esa otra que vincula una historia de fe cristiana con el amor. Se fomentó la idea, por los medios de comunicación, de que no solo es el Día de los Enamorados, sino del amor en general: a la pareja, a los familiares, a los amigos y hasta a la Patria.

Téngase en cuenta que en la ideología revolucionaria cubana existe otra trinidad: “la Patria, la Revolución y el Socialismo, que han de verse como una sola cosa. Pero el amor a la Patria no caló mucho en la celebración, mientras que lo del amor en general se ha asumido por un número significativo de cubanos. No obstante, lo que predomina y da importancia a la celebración es el amor de pareja.

Personalmente estoy a favor de las festividades alegóricas y me importa poco si los capitalistas o cuentapropistas lo aprovechan para potenciar sus ventas. Peor es no poder elegir o que no haya nada qué regalar por falta de comerciantes eficientes, dispuestos a ganarse la vida con la satisfacción de nuestros deseos y nuestra felicidad.

La vida siempre es buena, es un regalo, una oportunidad única que debe ser disfrutada en todos sus matices. Salpicar el año con una docena de días festivos, en los que algo importante para la gente se convierta en motivo para romper la rutina, es muy bueno.

El consumismo de todos modos está en la cabeza de la gente mediante el efecto sicológico que provoca la propaganda, la moda o las carencias prolongadas. Y en Cuba, gracias al Periodo Especial y a la Crisis Estructural Permanente del Socialismo Radical, hemos aprendido a obsequiar cosas útiles y necesarias, una práctica inteligente o casi obligatoria debido a nuestros bajos ingresos y un mercado carente de opciones. Esto está signado, además, por un nivel de precios exagerados hasta comparándolos con aquellas economías donde con un salario mínimo se gana en ocho horas el equivalente al salario promedio en Cuba de dos meses.

Desconozco si es oficial en nuestro país la fecha. Sé que en varias naciones de América lo contemplan así y en algunos está asociado también a la amistad. Debería ser oficializado, (de no estarlo), e incluso promover el 30 de julio como el Día de la Amistad, para separar esos festejos que son de motivos diferentes. Esta última, incluso, ya fue aprobada por la ONU.

Es hermoso observar a los enamorados regalarse flores, algún otro detalle o una simple postal. A las postales les veo sentido solo cuando se está lejos. Prefiero un abrazo y, si es posible, un presente. Me gusta, ese día, compartir con mi pareja, solos o unidos a otra pareja amiga, que rara vez es posible por los niños.

Al celebrarlo poco me importa si es mito o realidad la historia de San Valentín (se dice que casaba a los soldados en contra de la ley romana). Soy un hombre enamorado, no solo de mi esposa, también de mis hijos, de mi familia, de mi Cuba y de lo que hago para que sea un país mejor: especialmente con el periodismo.

Pero en esta fecha solamente celebro el amor de pareja. ¡Felicito a los afortunados que, como yo, lo han conseguido y buena suerte para los que andan en su búsqueda! –les aseguro que siempre vale la pena.

 

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