Otra vez, la muerte de los jardines

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – En los años 90 vivimos la crisis más drástica de nuestra historia moderna, bautizada por Fidel Castro con el eufemismo de ‘Periodo Especial’, cuando en verdad no era nada especial, sino desastroso o terrible. Se puede decir fue que hasta criminal, porque países como China y Vietnam superaron el fin del campo socialista creando riquezas, en vez de pasar más hambre, como se nos obligó a nosotros.

En ese tiempo cualquier hortaliza o vianda era un tesoro, cual grano de comino o canela en la Europa medieval. Por eso los jardines estuvieron entre las primeras víctimas: cuando la alimentación se convirtió en odisea, la belleza pasó a un segundo o tercer plano.

Las rosas y los lirios fueron sustituidos por rejos de boniato; las amapolas dejaron de crecer y se atrofiaron debajo de las plantas de plátano. Las macetas no podían seguir siendo un espacio de vida para cactus u orquídeas, porque había que sembrar ajo porro o culantro.

Esa situación poco a poco fue cambiando a finales de aquella década y la ternura fue reconquistando sus espacios, dejando atrás la supervivencia básica. Nunca salimos realmente del Periodo Especial, pero nos reinventamos, y algunas aperturas fomentaron la riqueza o la mejoría relativa de la mayoría de las familias. Como consecuencia, los jardines volvieron a reinar sobre los sembrados y volvimos a tener flores.

Pero ahora la historia se repite nuevamente, las mejorías no tenían piernas fuertes y el sistema teme soltar las amarras que frenan nuestro desarrollo político y económico. La crisis volvió con semejante fuerza a la de los 90, amenazando con ser peor. Pero no es una crisis nueva como nos la quieren vender, es la misma que se profundiza. Lo de ‘coyuntural’ es un cuento, porque es sistémica.

Incluso ya es política nacional. El espía-héroe Gerardo Hernández, relegado al cargo mediocre de coordinador nacional de los CDR, (se perfilaba como de mayor potencial dentro de la nomenclatura política) se volvió viral y motivo de choteo en las redes sociales por recomendar al pueblo cubano, como una gran tarea de su organización, sembrar calabazas y piñas en patios y balcones. También premiar a los cederistas más destacados con una regadera de 10 litros de agua para que rieguen su huerta en el jardín.

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Entonces, no cabe duda, otra vez se ha decretado la muerte de los jardines. Cada vez vemos más patios sembrados de viandas, balcones con macetas de culantro o lechugas, y casas a punto de perder su visibilidad frontal, porque las plantas de plátano en breve las cubrirán. Y no porque Gerardo Hernández lo diga, sino porque la necesidad está presionando.

La verdad, hasta fuera un hermoso proyecto social o de vida si no fuera condicionado por el hambre y la desesperación. Indudablemente estamos obligados a desplazar la belleza y ternura de una flor, el suave paso de los niños sobre el césped o el aroma nocturno de los jazmines, por la esperanza mediata de un trozo de vianda sobre la mesa.

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