Los CDR ¿acaso existen todavía?

Osmel Ramírez Álvarez

Foto: Dilbert Reyes Rodríguez / granma.cu

HAVANA TIMES – Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), según reza en los datos oficiales, es la mayor organización social de Cuba, con casi 8 millones de miembros actualmente, aunque más nominales que reales. Y a pesar de ser oficialista, de pública supeditación al Partido único en el poder, son presentados ante los organismos internacionales en eventos y visitas como supuestos representantes de la sociedad civil.

Fueron fundados por Fidel Castro el 28 de septiembre de 1960, en un acto público frente al antiguo Palacio Presidencial, devenido luego Museo de la Revolución. Sucedió antes de declararse el carácter socialista del proceso político-social ya en curso, y se presentó como la forma organizada del pueblo luchando contra el imperialismo yanqui, en una batalla nacionalista. Sin embargo, resultó más bien ser una iniciativa muy efectiva para anular cualquier impacto o influencia en el pueblo de la oposición interna y mantener una vigilancia extrema de sus actividades.

Era aquel un momento muy efusivo de nuestra historia, de gran apoyo popular. Desde entonces y durante casi seis décadas han funcionado los CDR no exactamente para defender la Revolución de un enemigo externo, sino de su propia población; para evitar que el pueblo, que solo en la letra muerta de la Constitución es soberano, se atreva a rechazar a la Revolución. Y cuando hablamos de “la revolución” nos referimos al sistema socialista radical impuesto por el Partido Comunista de Cuba.

Porque exactamente ese, el socialismo radical o comunismo-estalinista, fue el resultado inesperado e indeseado de aquella campaña victoriosa, apoyada en sus inicios mayoritariamente por nuestro pueblo; no para implantar el comunismo soviético, sino por lo que ofreció: rescatar lo que había sido robado por el golpe de estado de Batista: la democracia, garantizada con la muy avanzada Constitución de 1940.

“En cada cuadra un comité”, se volvió una realidad y una gran fortaleza represiva en manos del Partido Comunista. Chequeando la vida de la gente, vigilando eso que llaman “conducta revolucionaria”, que puede ser sincera o fingida, no importa mientras la gente sea obediente con el sistema.

Recuerdo cuando pequeño que mi padre era presidente del CDR y vino el coordinador de la zona a exigirle poner en el mural, (que tenían en la bodega), el nombre de los vecinos que faltaban a la guardia cederista. Mi padre lo puso, y a los dos días amanecieron muertas, por envenenamiento, todas las aves de la casa, que eran numerosas. Fue una reacción sin rostro, muestra de la oposición de un segmento de la población a los CDR y, por consiguiente, al sistema.

Y fue en los años 80. Mi padre renunció a aquel cargo problemático e impopular, aunque jamás ha dejado de creer en la Revolución. Igual que a muchos de su tiempo, le cuesta aceptar la realidad de lo vivido y de lo que vive. Han creado una burbuja sicológica.

En efecto, los CDR dejaron de ser lo que fueron y su poder de convocatoria se diluyó con el propio desgaste del proceso revolucionario. En la misma medida en que este y el socialismo totalitario dejaron de ser una buena opción o se descartaron como la opción impuesta más allá de la conveniencia y la capacidad de elegir de los cubanos (antes imperceptible, camuflada, engañosa), en esa misma proporción dejaron de existir realmente los CDR.

Hoy solo son una sombra, un fantasma que pervive en las oficinas municipales, provinciales y nacional, en los cientos de cuadros que viven de inflar globos en sus informes y hasta ganan emulaciones entre ellos. O en las viejas grabaciones de Sara González o las nuevas de Arnaldo y su Talismán del tema emblemático, y que ponen dos o tres veces al año en la radio o en la televisión, principalmente en estos días cercanos al aniversario.

Y cuando ves un CDR funcionando bien o con muchos cartelitos, es que hay gente queriendo destacarse para subir en otra cosa y necesitan marcar como muy comprometidos. Sobre las actividades, aunque existe en cada cuadra un CDR, con presidente y todo su séquito, no se hacen las reuniones mensuales, ni la guardia cederista, ni se recoge materias primas, ni se hace trabajo voluntario. Cada vez hay menos donantes de sangre y realmente no se efectúa el trabajo de base con la lucha antivectorial.

El desdén es tan general que el propio Gobierno ha abandonado a los CDR. Antes, más de 20 años atrás, hasta en el Periodo Especial más crítico, para la fiesta cederista les vendían una asignación de recursos a precio módico para la celebración. Dígase cárnico para la caldosa y bebidas, además de un pastel. Todo eso prescribió y lo poco que les expenden es al mismo precio elevado de recolección del circulante, sin consideración como a todo el pueblo, nada de privilegios como con los militares o los cuadros, que siguen gozando de precios bajísimos para sus “estímulos”.

Todo ello ha contribuido a que ni a la tradicional caldosa, que a pesar de llevar seis décadas practicándose no se ha vuelto tradición, sea más bien ausente o impopular. Salvo la media docena de viejos comunistas o personas efusivas que gustan de esos eventos.

Incluso deben perdonar la falta de fotos ni comentarios sobre la caldosa del CDR de mi localidad, porque la verdad no hubo, como pasa hace años. Tampoco en los alrededores. Solo en la televisión pude ver varias, como parte de la propaganda.

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