La visita de Mongherini y el acuerdo de la Unión Europea con Cuba

Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – La jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, culminó este lunes su visita a La Habana, donde encabezó el II Consejo Conjunto Cuba-UE y revisó el estado del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación entre Cuba y la UE (ADPC).

A juzgar por el impacto en las redes sociales y medios digitales alternativos, la diplomática italiana, de filiación centrista, no es nada popular entre la oposición pacífica al Gobierno y la sociedad civil cubana. Además, se percibe el acercamiento incondicional que hace Europa con el Gobierno de la Isla como un espaldarazo al régimen.

De hecho, la Alta Comisionada solo se reúne con representantes del Gobierno y los círculos culturales o sociales afines o supeditados al férreo poder del Partido Comunista. No se interesa ni se reúne ni escucha a la verdadera sociedad civil que lucha por influir en la vida nacional para tener un país mejor fuera de las instituciones gubernamentales y estatales, como debe ser.

Llama la atención que Europa mantenga ese estilo de acercamiento incondicional con el Gobierno cubano, cerrando los ojos a las violaciones groseras de DDHH y la evidencia clara que deja la nueva Constitución de que no hay desde el poder político el más mínimo interés de cambio democrático ni aperturas. Según las propias palabras de Mogherini, consideran a la Isla “un socio clave, porque puede servir como puente entre América Latina y los países del Caribe”.

Realmente no podemos imaginar siquiera qué pretende Europa en nuestra región en lo que Cuba sirviera de puente. Si el Gobierno cubano resulta clave para lograrlo: ¿será acaso para armar o desmontar guerrillas?; ¿o para exportar servicios y asesoramientos en inteligencia militar o policías políticas?; ¿o pretenderán participar en el modelo de negocio draconiano de vender servicios de salud? No veo en qué otra cosa Cuba podría ser interlocutor clave, porque solo en estas cuestionables labores es que nuestro país ha tenido relativo éxito.

Si se refieren al tema Venezuela, nada es más infantil que creer que la Isla ayudaría a una salida negociada y electoral justa, cuando es desde Cuba donde se le ha influenciado a Maduro, al menos con el ejemplo, a volverse un gobernante vitalicio o a simular elecciones y criminalizar a los opositores.

La historia de las relaciones de la UE y Cuba ha sido tortuosa. Desde que la primera surge como entidad supranacional, la segunda ya era lo mismo que sigue siendo actualmente, una nación regida por un solo Partido que se erige como soberano de nuestro pueblo, al que no permite un solo espacio, ni siquiera el más pequeño, de libertad para cambiar y elegir un futuro mejor.

Como muchos en el mundo, Europa cae en la trampa de creer que los pequeños y poco significativos “cambios” en Cuba, propiciados como dádivas por el Gobierno, son señales de un proceso exponencial de otros cambios más definitorios. Pero la premisa para el cambio es reconocer que se necesita cambiar, ya se trate de personas o gobiernos, y el Gobierno del PCC se cree dueño de la verdad y culpa a otros, especialmente a los EUA, de sus fallas.

Toda señal de cambio es puro maquillaje y estrategia para sobrevivir en dictadura; o simplemente para aprovecharse de la buena fe de aquellos que, como Europa, han creído en esos cantos de sirena.

El deshielo efímero de las relaciones políticas y económicas con los EUA, al finalizar la Administración Obama, fue, sin duda, un acicate para que Europa adelantara un acuerdo más rápido con La Habana.

Parecía inminente un cambio sustancial y el Viejo Continente también quería ser artífice de la nueva coyuntura. Algo comprensible. Pero es importante señalar que, en estas predicciones, tanto el Gobierno de Obama como en Bruselas partieron de un error garrafal:  sobreentender que el sistema cubano estaba cambiando.

De los tres capítulos del ADPC, los dos primeros, Diálogo político y Diálogo sobre cooperación y política sectorial, incluyen el tema de DDHH. Y el tercero es netamente económico. Sin embargo, lo que se percibe es que lo único que interesa es el tema económico-comercial, donde único se perciben algunos resultados.

Mientras que el tema DDHH está relegado a conversaciones nominales, sin fruto ni nada que indique avances, en el que solo se intercambian “puntos de vistas”, pero no se evalúa la realidad adversa de los DDHH en Cuba, ni el Gobierno cubano siente ninguna presión de parte de Europa para mejorar. Tanto así que se da el lujo de incrementar la represión, al mismo tiempo que recibe a los representantes europeos, con Mogherini incluida.

Es evidente que en el ADPC prima el interés comercial antes que la solidaridad de Europa con la lucha del pueblo cubano por la democracia y el respeto de todos los DDHH. Tal vez también el deseo de mostrar una política exterior independiente a la de los EUA, especialmente bajo la Administración del polémico Donald Trump. O incluso puede que sea sincero el deseo, fallido de antemano, de cooperar con la Isla esperando influir en más cambios.

Europa debe cambiar su posición con respecto a la nación caribeña, porque es errada. No esperar con tibieza un milagro mientras se violan atrozmente los DDHH en sus narices, sino por el contrario, exigir avances como premisa para el mantenimiento y desarrollo del acuerdo. Solo así ayudarían de verdad al pueblo cubano, pues nos daría un espacio de trabajo vital a la sociedad civil, la prensa independiente y la oposición pacífica para accionar por el cambio que Cuba necesita.