La salud en Cuba es gratis, ¡pero cuesta!

Por Osmel Ramírez Álvarez

La salud en Cuba es gratis, ¡pero cuesta!

HAVANA TIMES – El título de este artículo coincide con una propaganda muy recurrente en las instalaciones de salud cubanas desde hace varios años. Claro que sin los signos de admiración, que le añadí con toda intensión para diferenciar su significado. Junto a este mensaje se enumeran los costos de cada consulta o chequeo médico auxiliar, para que la gente tome conciencia de cuánto desembolsa el estado para mantener este vital servicio.

Es un logro, sin duda, que la asistencia médica sea “gratuita” a la hora de recibirla, lo cual no significa que sea gratis de verdad o que el estado sea quien la esté pagando como un favor. El estado, que aquí se confunde con el gobierno, no tiene nada que sea propio sin ser del pueblo, es tan solo nuestro administrador, solo eso. Lo que el estado gasta es nuestro dinero, el del país. Por eso tenemos todo el derecho del mundo a exigir que los servicios de salud sean óptimos, porque no es una dádiva sino un “logro” colectivo y bien costoso.

Me atrevería a decir que donde más ha costado la atención médica en todo el mundo es en Cuba. Desde hace casi seis décadas el estado intervino toda empresa privada, tierras y todo medio productivo, ¡todo lo que produce riqueza!, para tener recursos y distribuirlos a todos como beneficios sociales. Así en vez de las personas individuales, los recursos serían para el disfrute de todos. Renunciamos a la libertad económica individual en función del interés colectivo, del cual la salud es un pilar.

Más que eso, para garantizar que no se modificara nada, en 1976 los cubanos aprobamos mayoritariamente una constitución que ampara esa forma de organización de la economía y la política, como supuesta garantía de los beneficios sociales. El modelo político fue diseñado para que preserve la continuidad y ni el mismo pueblo tiene desde entonces la potestad de cambiar las cosas. Dejamos de ser ciudadanos como individuos y soberanos como pueblo. Todo por los logros sociales.

Ningún otro pueblo en el mundo estaría dispuesto a pagar tan elevado precio por la asistencia médica y la educación “gratuitas”. Es un costo que considerarían impagable, jamás negociable. Pero así es el sistema que trajo la revolución, necesita mutilar algunos derechos humanos para asegurar otros.

Es lógico esperar, en tal situación, una atención médica excelente, pero no es lo que sucede. A pesar de todo lo entregado (derechos sagrados y toda riqueza económica) y teniendo un sistema de salud bien diseñado para que sea accesible y universal, el servicio es pésimo y las instalaciones deplorables por falta de presupuesto, incentivo salarial, insumos y hasta de personal. Lo que antes llenaba las arcas privadas quebró poco a poco en manos del estado, que resultó ser un administrador ineficaz, y las formas organizativas imposibilitan la excelencia.

Gran número de médicos están cumpliendo misiones fuera del país, principalmente los de mayor experiencia, donde a pesar de recibir solo una pequeña parte de lo que les pagan es muy superior a la miseria que ganan aquí. Los hospitales están deteriorados, con baños insalubres y falta lo básico para cualquier consulta o atención a pacientes. Duele ver tanto abandono.

Pondré ejemplos:

Mi madre llevaba tres meses sin su medicamento para la cardiopatía que padece pues el asignado en su “tarjetón” está en falta y para cambiarlo solo puede ser el cardiólogo. Sacamos un turno trabajosamente para el día 7 de mayo, pero el viernes 4 ya ella estaba demasiado descompensada y la llevamos al hospital. En trece días ingresada le compensaron su estado de salud y por suerte el médico que le tocó, un clínico, es muy preocupado por sus pacientes, lo cual agradezco. Se recuperó y ya tiene otro tratamiento que no sabemos si podrá cumplir porque depende de que llegue a la farmacia de manera estable.

Mi madre es obesa y no hay sillas de ruedas ni camillas para personas como ella, por eso debe recorrer largos pasillos caminando aguantada con dos personas aunque desfallezca. El elevador es doble, uno está roto al parecer para siempre y el otro ese día tampoco funcionaba. Deteriorado como está de todas formas da miedo subirse ahí, pues ni los botones funcionan bien y hay que vocear para arriba para que lo hagan descender.

Las camas de las salas son viejas, con ruedas que no frenan y no se regula el reclinado. Muchos colchones malos. Ni hablar del ajuar que las cubre, ¡horripilante! Los asientos de acompañantes y las mesitas, aunque dan asco, no alcanzan para todas las camas y deben los nuevos ingresos estar atentos a las altas para cazarlas entre los cubículos, siempre quedando algunos sin ellas. Los baños, ¡qué situación!, es indescriptible cuan mal funcionan, con goteras fétidas, sin privacidad, sin pilas de agua en los lavamanos, tupidos, ¡un desastre!

Para concluir solo diré que las enfermeras deben pedir prestado a los pacientes, que lo tienen propio, un termómetro o un esfigmomanótro para tomar la temperatura o la presión al resto, porque no tienen con qué. Al lado de mi madre una anciana de 88 años, con una isquemia, necesitaba una aguja especial para el suero y mi padre salió a la calle para conseguirla.

Mi esposa, por otro lado, tiene cálculos biliares que la atormentan de tanto dolor, pero todavía no es una urgencia mortal y por eso no se ha podido operar. En esas condiciones cuida a nuestra hija pequeña. Desde noviembre lo diagnosticaron y solo en enero entró en la lista de operaciones del cirujano. Ya hace cinco meses y aún no está ni siquiera cerca de ser operada. Sus análisis complementarios se vencieron y debe repetirlos. Cuando se los hizo no había jeringas y tuve que conseguirla en la calle. Sobran las palabras.

Así anda el principal logro de la revolución. Solo en mi familia hay muchos ejemplos más, imaginen cuantas anécdotas del desastre existen en el día a día en todo el país. No en vano se dejó de decir que somos una potencia médica, sería demasiado.

Es gratis, pero cuesta muchísimo. Principalmente por lo que sacrificamos para tenerla y por lo que sufrimos cuando la necesitamos. Merecemos un mejor servicio y no es justo achacar solo al bloqueo. Muy poco tiene que ver realmente con la falta de insumos, de médicos capacitados, de medicamentos, de mantenimiento, de pequeñas inversiones sistemáticas. Máxime si, para colmo, un porcentaje altísimo del personal calificado presta servicios en el exterior y constituyen la principal fuente de ingresos del país en la actualidad.

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