La nueva constitución y mi experiencia ciudadana

Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – Ya conocemos la letra y contenido de la nueva Constitución que se debate, para luego ser aprobada en referendo. La forma en que se hace pudiera parecer democrática, pero le falta pluralidad, tanto en los actores que la confeccionaron, como en los análisis. Se necesita la mirada crítica de todos, porque es para todos.

Es cierto que el pueblo en general podrá dar su criterio, que se escribirán y registrarán estadísticamente. Sin embargo, ¿podremos influir realmente? –es la pregunta del millón.

Ya vimos gran reticencia cuando algunos diputados opinaron en temas trascendentales y la receptividad solamente se notó si se trataba de trivialidades, “este punto no debe ir aquí”, “creo que la coma sobra” o si era en sintonía con la idea preconcebida. Si así fue el debate público ¿cuánto podríamos confiar en la revisión y toma en cuenta de miles de opiniones?

Por otro lado, se ha debatido mucho en medios alternativos, prohibidos o mal vistos oficialmente, sobre el artículo 5. Este por sí solo anula el carácter republicano y democrático de esta Carta Magna. ¿Cómo continuar situando a un partido político exclusivo sobre el propio Estado, si en Cuba como en cualquier otro pueblo existen de manera espontánea y natural numerosas tendencias políticas?

Que la nueva Constitución tenga implícita reformas valiosas como la posibilidad de que se pueda permitir luego por ley el matrimonio homosexual, no significa que sea democrática. Tanto un partido político de oposición, como una pareja homosexual, si desean legalizarse, deben poder hacerlo. Sería lo justo.

La prohibición es en ambos casos un hecho inadmisible. Con los partidos es incluso un derecho ganado hace más de un siglo. El propio Partido Comunista estuvo en condiciones de ilegalidad en el pasado, víctima de un trato discriminatorio. ¿Por qué desde el poder hace con otros lo mismo que padeció? Algo injusto y dañino para nuestra sociedad, que necesita con urgencia avanzar. Y este punto es de inflexión, sin duda.

Hace seis años, cuando todavía creía que el Partido Comunista asumía todo el poder, porque no encontraba forma segura de abrir camino a la democracia sin poner en riesgo los “logros de la Revolución”, (con mis dudas claro), quise aportar una solución. Y mi atrevimiento me trajo muchos problemas. Me volvió un hombre marcado, investigado, vigilado y con muchos caminos cerrados.

Mi propuesta era simple: “Un poder obrero”.

Si el Partido se considera la vanguardia de la clase trabajadora y detenta todo el poder no por ambición, sino en custodia de los derechos de la mayoría social, (como son educación, salud, seguridad social, y demás logros sociales, aún diezmados por la crisis), entonces sería mejor buscar una fórmula democrática que libere al PCC de semejante responsabilidad. Le envié correspondencia a Raúl Castro a través del Partido Provincial, que, por supuesto, dudo que leyera. Ha de ser tarea de secretarios.

En  medio de parlamentos plurales, como debe ser, se crearía una institución democrática regulada por el organismo electoral, en la que solo participaría la clase trabajadora y sus representantes serían miembros activos en las Asambleas a los diferentes niveles. Una especie de representatividad política directa de los trabajadores.

Existiría así una defensa directa de sus intereses sociales mayor que a través de un partido único o que disgregados en numerosos partidos, donde por lógica participarían también. Propuse un poder obrero con derecho a veto parcial, similar al que podría tener un presidente de la República, anulado con dos tercios o más de votos para evitar dictadura, al menos en temas propios.

Fue algo enmarcado netamente en el escenario cubano, dominado hasta hoy por un solo partido, en aras de un salto democrático. Permitiría mi propuesta la pluralidad política, la separación de poderes, abrirnos al mercado y la libertad de expresión. El bloqueo, que tanto molesta, dejaría de existir por sí solo.

La respuesta a mi iniciativa, (osadía para ellos), fue lo que ya expliqué, caer en la lista negra. Recibí, además, una respuesta en el Partido municipal de Mayarí, por un grupo de cuadros de la provincia y un catedrático de la Universidad de Holguín. Literalmente me aclararon que “para pensar en esas cosas existían profesionales capacitados y que mi tarea era dedicarme a lo que estudié, donde sería más útil a la Revolución y al país”. Un punto de vista elitista y feudal.

El catedrático parecía un robot, soltaba teorías a chorro, muy abstractas. Evidentemente quería minimizarme. Yo lo detuve y le pregunté: “¿Eso que mencionas está encaminado a resolver los principales problemas del socialismo hoy día, que son conseguir ser viable en democracia y conjugar en su doctrina el papel imprescindible del mercado, no como un retroceso coyuntural, sino como un bien necesario y permanente? –me dijo que no. Entonces le respondí que era un aficionado y me preocupaba más por lo perentoriamente práctico que por las disertaciones abstractas.

Finalmente, el ideológico, más capacitado políticamente, me dijo que “tal vez dentro de diez años al Partido le interesen las teorías revisionistas, pero que ahora está enfrascado en el plan que ya tienen concebido”. Fue más sincero. Lo comprendí y tampoco esperaba nada, fue una simple formalidad.

Por suerte me volví periodista independiente y he podido exteriorizar mis opiniones e ideas con mis compatriotas. O al menos con la parte del pueblo que accede a Internet, aún muy pocos, pero cada vez más. Ahora mismo estamos debatiendo la nueva Constitución de forma crítica y plural, como debe ser. Lástima que no podamos influir lo suficiente, porque el acceso sigue siendo limitado.

Tal vez aquella idea que propuse ni siquiera sea buena, aún no lo sé. Pero no es ese el punto más importante. Estoy más que seguro de que mi deseo de participar en la solución de los problemas de mi país es algo muy bueno y que de alguna manera ayudo a que un día podamos tener una Patria mejor. Aunque pago día a día el precio por mi “osadía cívica”, siento que desde entonces me convertí en un verdadero ciudadano cubano.

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