La crisis venezolana y su posible solución

Osmel Ramírez Álvarez

Chavez, Fidel y Maduro. Fotos: globovision.com

HAVANA TIMES – La situación en Venezuela es cada día más crítica. Los chavistas agrupados en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) dejaron de ser demócratas, (si es que alguna vez lo fueron sinceramente, y yo creo que sí), para convertirse en socialistas autoritarios.

Es un hecho que el régimen ha derivado en una dictadura cívico-militar. La separación de poderes es casi nula, criminalizan a la oposición cuando resulta una amenaza electoral al poder, y lo peor, emulando a sus mentores cubanos, han destruido la economía.

El socialismo autoritario pertenece a la extrema izquierda. Es un ala radical dentro de esa ideología que pretende garantizar la posibilidad de justicia social por la fuerza, diezmando el estado de derecho para construir un modelo (ideal) de justicia que, por ser contrario a la naturaleza humana (inviable), necesita ser empujado por líderes fuertes y mucho, pero mucho voluntarismo.

En la práctica termina siendo peor que una dictadura capitalista. Y una democracia capitalista luce como el Edén en la tierra después de vivir una dictadura de izquierda. Quien lo dude que les pregunte a los cubanos que emigran para que sepan de qué hablo. Muchos consideramos esa ala radical despótica como seudosocialismo, porque, si nos atenemos a lo que significa “socialismo”, sin democracia no es posible. Es una premisa indispensable, lo demás es cuento, “oportunismo de salón”, como sabiamente lo catalogó Martí.

Lo cierto es que, si en sus inicios Chávez y su movimiento político bolivariano fueron socialistas demócratas, al imbricarse tanto con Cuba, con Fidel y su visión ortodoxa-radical, se lanzaron por el callejón sin salida del autoritarismo. Por ello aquel proceso, que llegó en un buen momento, fue una genuina respuesta democrática al fracaso neoliberal y tuvo la suerte de contar con sobrados recursos económicos para tener éxito, increíblemente fracasó.

Y en vez de desarrollar el país, lo han hundido económica y socialmente como jamás lo hubiese hecho el más feroz discípulo de la escuela de Chicago. Y cuando dicen que son socialistas tan solo desprestigian al socialismo, aumentando el daño.

Los ejemplos de Rusia y Emiratos Árabes Unidos, que aprovecharon el boom de los precios del petróleo para sanear y diversificar sus economías respectivamente (*), son el espejo de cuánto pudo hacer el chavismo por Venezuela. Claro, si no hubiese centrado sus esfuerzos en el populismo manipulador y la geopolítica petrolera (o petropolítica). La democracia capitalista plutócrata y corrupta que tenían, (aunque no más que ellos), lo hubiese hecho muchísimo mejor.

Ahora Venezuela grita “SOS” y una parte importante e influyente del mundo se está involucrando en una solución, gracias al petróleo, gracias al peligro de las ideologías extremistas, o por lo que sea. Pero, al menos, no padecen la complacencia que existe con Cuba, la complicidad generalizada.

Los EUA amenazan con una guerra, mientras presionan, porque están muy involucrados y temen que otra dictadura de izquierda en la región, aliada de sus adversarios, afecte su posición como potencia. Eso pesa más que el propio petróleo, que también es muy importante como garantía tradicional de suministro, no para “robarlo”, como arguyen los chavistas en aras de incentivar el nacionalismo, sino para asegurarlo.

La guerra es la peor solución y, por suerte, la última opción. La situación es tan crítica que millones de venezolanos, convencidos de que Maduro no abrirá sus fauces para soltar la presa del poder, piden la salida violenta. Sin embargo, Trump titubea para hacerlo, porque con seguridad teme que no sea una victoria rápida y le afecte en la reelección en 2020.

Por eso intenta resolver el problema con presiones diplomáticas y económicas. Pero Guaidó no ha conseguido romper el apoyo del Ejército hacia Maduro, ni que las movilizaciones sean lo suficientemente masivas y constantes. Y Maduro incrementa el control social, exacerbando el miedo y el nacionalismo; centrando el conflicto en una contienda con “el imperialismo”, no con las fuerzas opositoras internas. Hay un equilibrio peligroso que hará la guerra inevitable, si no aparece una propuesta inteligente de solución negociada.

En un escenario así de complejo, para que haya solución pacífica no se pueden proponer fórmulas radicales, donde una parte aplaste a la otra. La salida está en negociar y negociar es ceder de ambos lados equitativamente hasta encontrar un equilibrio razonable, mínimamente aceptable por las partes.

El objetivo de la oposición, si realmente quieren arreglar su país, no puede ser destruir a Maduro ni al chavismo, debe ser salvar la democracia en condiciones de paz social.

El objetivo del Gobierno de Maduro, si quiere sobrevivir políticamente o sueña todavía con el chavismo redentor, no puede ser eliminar a la oposición, o aspirar a que se queden quietos mientras consolida una dictadura militar. Por suerte no están dadas las condiciones para ninguno de esos dos escenarios radicales y la única salida es convivir en paz y democracia. Lo cual es un proceso socio político, no una acción súbita.

(*) Rusia en los 90 vivió una crisis aguda debido al cambio brusco, desordenado y neoliberal hacia la economía de mercado, agudizada en 1998 con el derrumbe financiero. Fue mucho más crítica que la crisis venezolana. Putin llegó al poder en ese escenario en 1999, al unísono que Chávez. Ambos tuvieron la suerte del boom de los precios del petróleo en la década del 2000. Rusia lo aprovechó, saneó sus deudas y fortaleció el resto de la economía, con crecimientos sostenidos del 7% o más por una década y aceptables hasta el presente. Se ha consolidado como una economía sólida, y aunque sigue dependiendo de los hidrocarburos para la exportación, globalmente solo representan alrededor del 5% de PIB.

Emiratos Árabes Unidos dependía hasta inicios de los 90 del petróleo en un 75%. Desde esa década emprendió un plan de diversificación económica, el cual tuvo un gran impulso con el alza de los precios del petróleo de la primera década del milenio. Actualmente es un país líder mundial en estándar de vida y desarrollo, y el petróleo, con una producción semejante o mayor, solo representa el 25% de su economía.

Venezuela continúa dependiendo aproximadamente en un 80% del petróleo, que igual que el resto de la economía decrece desde 2014. No solo fracasó al no reinvertir las ganancias petroleras adicionales en diversificar y fortalecer el resto de la economía, sino bajó de tres millones de barriles diarios a menos de un millón, a pesar de tener las mayores reservas del mundo.

 

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