Violación del espacio vital

Osmel Almaguer

Cola para comprar pan. Foto: Stephen Wong

HAVANA TIMES — Un niño jugaba con su pelota de fútbol cerca de donde hacíamos la cola del pan. No muy lejos, sus padres lo vigilaban mientras conversaban. Varias veces la pelota pasó muy cerca de mí, e incluso en una ocasión casi me golpea la cara, pero los padres nunca le llamaron la atención.

En una de esas, la dichosa pelota me golpea ensuciando mi ropa, entonces requiero al niño y los padres se enfurecen. “¿No ves que es solo un muchacho?, mira tú tamaño”, me dijeron, creyendo ayudar a su hijo.

“No es una cuestión de tamaño, sino de educación”, les dije y continué: “precisamente porque es un muchacho es que está en la edad de aprender, ¿cuándo lo hará?, ¿cuándo sea un viejo?”  Y los padres profiriendo amenazas y argumentos en mi contra.

Discutir en la calle es usual entre nosotros los cubanos. Se ha hecho usual y ni siquiera percibimos el peligro de esta tendencia. Pero más usual y peligrosa que la propia discusión se ha hecho la violación de los espacios vitales.

Un “espacio vital” es ese metro aproximado que nos rodea, y que uno no está dispuesto a compartir con cualquiera, a no ser con las personas que gozan de nuestro afecto. Es por eso que la violación de nuestro espacio generalmente provoca conflictos entre invasor e invadido. En el espacio vital se intercambian olores, roces, energía y visualidad desde cerca. Es algo bastante íntimo.

Cuba parece el escenario ideal para la violación del espacio vital. La vida en este país está hecha a base de guaguas atestadas, hacinamiento en las viviendas, colas extensas para todo.

Así que el entorno lo facilita, pero también la mala educación o des-educación del cubano que, en su pérdida de valores, no solo ha olvidado lo que significa el espacio vital, sino también la manera adecuada de defenderlo.

A veces quien defiende su espacio se convierte en invasor, pasa de un rol a otro por la falta de conciencia y la práctica de eso que aquí llaman “guapería”, o sea, la búsqueda de la razón a través de la violencia física o verbal.

Por eso creo que los padres deberían ayudar a sus hijos preparándolos para respetar el espacio vital de las personas, según esa máxima tan llevada y traída: “el respeto al derecho ajeno es la paz”.

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