Un instrumento para medir

Osmel Almaguer

Foto: Caridad

HAVANA TIMES — De tanto aludir al proceso de degradación que hoy sufre la moral colectiva de los cubanos, pareciera que estuviéramos sumidos en un proceso de estancamiento; atolladero donde no se puede estar más hundido. Pero no nos engañemos, no funciona así.

Hoy, por ejemplo, he tenido uno de esos días en los que se sale con todo el ánimo del mundo a resolver problemas y se vuelve a casa frustrado, con las manos vacías. No obstante, esto no ilustra lo que afirmo.

Tampoco tengo estadísticas en la mano que me respalden, solo me quedan los hechos. Ojalá existiera un instrumento para medir lo que propongo, se llamaría acaso ¿degradatómetro?

Bastaría con salir a la calle y exponerlo a la mala forma de la gente, a las violaciones de consumidores y funcionarios, de jefes y subordinados, de adultos y jóvenes; entonces, tal vez, el artefacto resistiría.

Pero como tal milagro de la tecnología no existe, intentaré medir el pulso de la calle según mi propia percepción vivencial.

Los hechos que mencionaré, por sí solos, poco indican, pero es su combinación y sucesión dentro de una misma jornada lo que, a mi parecer, dan idea de que la sociedad cubana es cada vez más difícil, y la razón que me asiste, es el sencillo pero aplastante hecho de que hoy ya no resultan escandalosos.

Recientemente se incrementó el parque de guaguas en muchas de las terminales de la capital, sin embargo, en el día de hoy, ha habido conglomeraciones en las paradas como hacía mucho no se veía.

La dificultad con el transporte crea, entre los cubanos, estados de ánimo y físicos harto comentados en este tipo de post. Por eso, es comprensible que la gente ande irritada. El sol de agosto también hace lo suyo en este sentido.

Pero que la gente, y sobre todo los jóvenes, hable gritando todo el tiempo, eso, nada tiene que ver con el transporte o el calor. Que la gente diga malas palabras y se maltrate hasta cuando bromea, eso, tampoco es achacable al clima o a la escasez de guaguas.

En la mañana, una mujer por poco me atropella por ocupar un asiento en la guagua. Hechos como este, señores, nos acercan al salvajismo, y casi a la barbarie.

Otro hombre subió a la guagua con un pullover sin mangas. Tenía las axilas peludas y sudadas. Yo ocupaba el asiento que ya había abandonado la susodicha mujer, y él se colocó junto a mí, de modo que su naturaleza velluda quedaba cercana a mi rostro. Él, parecía no saber lo que hacía.

Aún me duele el brazo de forcejear para poder subir a una guagua en cuya cola yo era el tercero. Me duele de verdad, casi me lo parten, y era la misma gente que estaba detrás de mí y que supuestamente intentaba defender su sitio en la cola.

Luego me encontré con una amiga, en el viaje de regreso, y justo antes de que me bajara, me confesó que había visto a un hombre masturbarse mirándola justo detrás de mí. En efecto, había estado manoseando sus genitales a unos centímetros de mi espalda, y ella no dijo nada “para evitar problemas”.

Sin dudas hay algo que está mal, o simplemente hay muchas cosas que están mal, porque la gente viola las normas cívicas cada vez con más descaro, con mayor frecuencia, y no pasa nada, excepto que la tendencia se acrecienta, y que los “decentes” parecen haberse vuelto inmunes.

 

Articulos recientes:

  • Cuba
  • Reportajes
  • Segmentos

15 años de prisión a la joven que transmitió las protestas

Se intenta suicidar en prisión Fray Pascual Claro Valladares al conocer su sentencia, de 10…

  • Cuba
  • Opinión
  • Segmentos

“Distorsiones” de moda en Cuba

Nada nuevo, pero resulta que la palabra se ha puesto de moda, y esta semana…

  • Cuba
  • Reportajes
  • Segmentos

San Antonio de los Baños, donde el humor dio paso al dolor

Sin electricidad y sin acceso a la red de redes, así pasan los habitantes de…

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.