Serios pero hilarantes “muñes” cubanos

Osmel Almaguer

“Elpidio Valdés” constituye uno de los clásicos del dibujo animado cubano.  Su creador, Juan Padrón, es tal vez el más importante entre todos los cultivadores de este género.

Se dice que Elpidio es el equivalente cubano de Superman y no lo dudo, pues no sería el único caso.  Un caso semejante lo podemos encontrar en la serie “Mafalda.” precoz personaje infantil que protagoniza una sucesión de ocurrentes pasajes en los que el cuestionamiento del mundo –desde la óptica del niño- y la imaginación, priman en la complicación y resolución de los conflictos.

En el caso de Juan Padrón, cuenta también en su haber con el largometraje animado más importante, disfrutable y serio en la historia del cine cubano, “Vampiros en la Habana.” en el cual la acción, los equívocos y el costumbrismo se mezclan en una madeja pletórica de personajes entrañables, colocados en una dimensión fantástica, dando al traste con un producto casi surrealista: esa historia de vampiros en el trópico caribeño.

Por último, Padrón acaba de insertarse también en la realización de videos clip, con un material audiovisual –también animado- seleccionado por el Proyecto Lucas entre los tres mejores del período correspondiente a 1991-2006.

Sin embargo, el padre del animado cubano no tiene el monopolio en cuanto a calidad se refiere.  Hay una nueva generación que de alguna manera son herederos de esa chispa impregnada por Padrón a sus creaciones.

No recuerdo la mayoría de los títulos, y tal vez no haya reparado en los directores de los mismos, pero sí tengo presente una serie de “muñes” que me han impresionado a la par de haberme hecho reír.

La mayoría son de corte temático.  Aprovechan un hecho en específico para enseñar historia de una manera divertida, o para cuestionar fenómenos de la sociedad cubana actual, e incluso para dejar algún que otro mensaje ético sin caer en el panfleto moralista.

Hay otro tipo de animados que no me convencen ni me agradan.  En ellos sí predomina el sermón.  Los personajes, de tan solemnes y correctos pierden la gracia, a pesar de los intentos del guionista por colocarlos en situaciones risibles.

Son la camada de los primeros muñes de la Revolución.  Donde la lluvia ideológica era incomparablemente más cerrada que ahora.  “Pin Pin.” “Guaso y Carburo.” “Chuncha.” “Cecilín y Coti.” y “El Capitán Plin.” han entrado en la historia del animado cubano no por la complacencia provocada, sino por una constancia que mucho tiene que ver con los intereses gubernamentales.

En ellos las categorías puras de lo bueno y lo malo se encarnan en la lucha de los protagonistas contra los delincuentes, en un afán –nada desdeñable aunque sí equivocado en sus maneras- de contribuir a una sociedad más justa, consciente y segura.

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