Pequeñas batallas importantes pueden propiciar grandes victorias

Osmel Ramírez Álvarez

Foto: Wendy Costa

HAVANA TIMES – Es nefasta la polarización política que sufren las sociedades en las que se prolonga una dictadura, sea de izquierda (en nombre de los trabajadores) o de derecha (en nombre del capital).

Todas tienen su “justificación”: unas alegan la necesidad de frenar el avance de algo peor, o en función de la estabilidad, o increíblemente para proteger la libertad; otras alegan que solo así se puede hacer justicia social.

Pero, aunque las dictaduras tienen, como todo en este mundo, sus cosas positivas, la relación costo-beneficio es muy mala, impagable y éticamente incorrecta. Hasta ahora la democracia es el único camino viable y el más justo, y creo que será siempre así, a menos con los Homo sapiens.

Aquí en Cuba tenemos una de izquierda, “del proletariado”, como dicen los libros de marxismo. Ahora mutando para estar lo más institucionalizada posible. Ajustando los ropajes de la democracia en una forma mimética, pero en la práctica sigue funcionando como un sistema autoritario. Como lo definí en un trabajo anterior (link), un sistema neopresidencialista.

Hay muchas variantes ideológicas luchando por un país “diferente” y casi todos queremos una democracia. Por ese detalle el Gobierno nos desprecia en grupo, sin importar matices, pues somos una amenaza a su inmenso poder, cosa que también nos une. Durante mucho tiempo predominó la lucha dura, radical y hasta violenta, para el cambio en la Isla. Barrer al Gobierno de golpe y poner otro, como por arte de magia. Y si lo hacía el Tío Sam mejor. Es más, muchos se lo exigían al Tío Sam.

Pero los estadounidenses nunca lo hicieron, ni lo van a hacer, ni es correcto que lo hagan. Es vital dejar de soñar con algo mágico para que Cuba cambie o que alguien poderoso venga a hacernos el trabajo. ¡Es trabajo de nosotros los cubanos y únicamente de nosotros hacer que el nuestro  sea un país mejor!

Como socialista demócrata quiero una Patria democrática, justa y próspera. Sé que la nación  necesita cambiar, pero pasan los años y no se vislumbra ningún camino, una “hoja de ruta” como se dice ahora.

No en balde nuestro pueblo emigra en masa, sin esperanza en el sistema ni tampoco en un cambio propiciado por la oposición. Y la gente solo sigue aquello que presumiblemente tendría éxito, no lo que se ve fracasado de antemano. Así funciona la mente humana y nada ganamos con criticar actitudes naturales. Mejor es tratar de entenderlas.

La verdad es que no tenemos una oposición unida ni dentro ni fuera de Cuba; no existe una sola voz que propicie un reconocimiento nacional o internacional, ni que sirva de presión para que el Gobierno negocie. Solo tenemos luchas dispersas y a veces envueltas en tiranteces estériles que solo ayudan a la campaña oficial de desprestigio y a los chismes de farándula.

La lucha social espontánea es el único camino que se vislumbra, pero es muy difícil por el férreo control social. El miedo y la falta de cultura cívica sigue marcando la pauta. Y aunque el pueblo está despertando, es un proceso lento. La batalla contra el Decreto-ley 349 es un ejemplo de que estamos cambiando y principalmente de que sí se puede luchar pacíficamente, a fuerza de resistencia, para ganar pequeños espacios de libertad y tener pequeñas victorias.

Es muy dura la represión, los artistas que protestaron lo saben bien. Aquellos que recibieron acoso directo, amenazas, detenciones por horas y días, lo vivieron y lo sufrieron, pero resistieron. Y lo que se sufre es mucho más grande que aquello que se puede contar con palabras, lo sé en carne propia. La represión sicológica es tres veces más efectiva y lacerante que la física. Y aquí son MAESTROS en eso.

Creo que esa es la vía, obtener pequeñas victorias puntuales que hagan posible una lucha social pacífica y exponencial. Y luego, a través de ella, presionar al Gobierno a negociar y así poder rescatar nuestros derechos.

Nuestros “hermanos comunistas” se sienten dueños del país, porque tienen demasiado poder en sus manos y abrazaron una ideología extremista. Debemos vencerlos pacíficamente para que ellos mismos también sean ganadores, no déspotas. Por el bien de todos, incluso el de ellos mismos, porque se degradan mientras pisan nuestros derechos y empobrecen cada vez más el país. Con democracia ganamos todos.

Sé que Maceo dijo que “los derechos no se mendigan, sino que se conquistan con el filo del machete”. Pero no hablo de mendingar, sino de presionar con un machete que no derrame sangre. Un “machete” simbólico que represente la fuerza de una causa justa. Ese es el machete de hoy.

Concuerdo por eso con Martin Luther King, cuando dijo:

“El error que cometí fue protestar contra la segregación en general antes que contra alguno de sus hechos distintivos en concreto […] Una victoria de este tipo habría sido simbólica y habría galvanizado nuestro apoyo y nuestra moral…”.

“El objetivo de […] la acción directa es crear una situación de crisis generalizada que abra inevitablemente la puerta a las negociaciones”.

¡Cuán útil hubiese sido concentrar toda la crítica y la batalla contra el actual proyecto de Constitución, que por supuesto no es el que Cuba necesita, sino el que el Partido Comunista de Cuba necesita, y solo hubiésemos exigido masivamente un artículo que abriera la posibilidad de la lucha social pacífica!

Por ejemplo, lograr que las detenciones sin pruebas sean solo por 24 horas, con abogado desde el primer minuto; eliminar el delito de peligrosidad social predelictiva, y poder acusar a los agentes del Minint por sus fallas en la Fiscalía General. Eso solamente abriría espacios a la lucha social por nuestros derechos civiles, pues ayudaría a vencer el miedo a la represión. Disminuir la fuerza legal que tiene el Minint para reprimirnos es vital para rescatar nuestros derechos.

Si muchas voces, ¡todas las voces!, pidiéramos algo así, solo esas cosas elementales que en la Constitución del 40 estaban escritas casi así de claras, con eso tendríamos la mitad de la pelea ganada. No solo ganaríamos apoyos importantes, sino que podríamos reclamar mejor nuestros derechos y presionaríamos al Gobierno, con el tiempo, a negociar por una Cuba mejor. Cada derecho ganado ayudaría a ganar otros, hasta que un día podamos conquistar, como dijo Martí, “toda la justicia”. No veo otro camino viable.

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