Montando mi propio negocio en Cuba

Osmel Almaguer

Pequeño negocio. Foto: Caridad

Desde que se aprobó la entrega de licencias a todo aquel que desee convertirse en trabajador por cuenta propia, muchos se han animado a poner su propio negocio. Sobre todo en los sectores de la gastronomía y la venta de artículos ligeros como la artesanía, la ropa, etc.

La cantidad de puntos de venta ha aumentado significativamente por toda la ciudad. Parece una buena oportunidad para que nuestra maltrecha economía se recupere un poco. Claro, todo depende de que el estado regule sin reprimir, gane buen dinero, y ponga a disposición de los cuentapropistas suficiente materia prima, de producción nacional o importada, para que los mismos puedan desempeñar su trabajo.

Por lo pronto el ministro de Comercio Interior acaba de ser destituido, así que parece que no estaba cumpliendo con su deber en ese sentido.

La gente ha comenzado a montar sus pequeños negocios, pero no todos triunfarán. Hay leyes que aquí son prácticamente desconocidas como la de la oferta y la demanda, la competencia, la rentabilidad y la máxima eficiencia. Las colas en la Dirección de Trabajo son largas. Hay mucha gente que ya ha tenido que devolver sus licencias.

La eficiencia ha sido un concepto usado mucho en estos últimos cincuenta años, pero sin resultados, porque se ha impuesto como una idea abstracta.

Con la competencia hay que darle al cliente lo que él quiere, y no como hasta ahora, que el vendedor maltrataba y estafaba a todo el mundo. Para triunfar hay que lograr un perfecto equilibrio entre la racionalización de recursos y la esplendidez del producto.

Hasta yo he comenzado a acariciar la idea de convertirme en dueño de una cafetería.

Claro, que no tengo esperanzas de volverme rico, porque aunque muchas han sido las trabas eliminadas, otras han surgido para sustituirlas, y sobre todo para garantizar que nadie, absolutamente nadie ajeno a la voluntad del gobierno, tenga mucho dinero.

Mis expectativas son las de resolver algunos problemas con la casa, la comida y la vestimenta, que he venido comentando a lo largo de estos años de existencia de HT, y de los cuales padecen la mayoría de los cubanos.

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