La gloria olímpica en un plato

Osmel Almaguer

Lazaro Borges, foto: juventudrebelde.cu

Dicen que poder participar en unos juegos olímpicos es ya una gloria suficiente para cualquier deportista.  Ganar una medalla, entonces, debe ser algo así como sentarse a la mesa junto a los dioses olímpicos.  Sin embargo, para los deportistas cubanos, existe un privilegio equivalente al antes mencionado que muy pocos han probado: el derecho al “Comedor Olímpico.”

En él se sirve lo mismo que en los otros.  O sea, balancean una dieta con determinadas cantidades de calorías, proteínas y vitaminas.  Solo dos diferencias sutiles lo hacen más deseable: 1- los valores nutricionales son mucho más altos que en los comedores corrientes del INDER,  2- mientras que en los otros la proteína consiste en uno o dos huevos, o picadillo, etc., en el Comedor Olímpico se trata de alimentos exquisitos (carne de primera, por ejemplo) mejor cocinados.

Solo pueden entrar los atletas de élite.  Aquellos que tienen opciones de medalla al más alto nivel. Los peloteros (aunque es posible que con las recientes actuaciones su gracia “divina” se encuentre en peligro), Dayron Robles (a pesar del sonado altercado que tan sospechoso me sigue resultando), las “Morenas del Caribe” voleibolistas (al menos cuando acostumbraban ganar), y toda una serie de figuras de talla mundial que, en los últimos tiempos, se ha ido reduciendo.

De hecho, siendo el 2011 un año de campeonatos mundiales, solo logramos 2 títulos, en el boxeo, y al final de la temporada.  ¿Cocinarán los cocineros del Comedor Olímpico solo para estos dos privilegiados?  ¿Seguirán entrando atletas como Yargelis Savigne, que lleva varias competencias desilusionando a un pueblo que tanto espera de ella?

¿Cuáles son entonces los verdaderos medidores que deciden si un deportista puede alimentarse mejor?  ¿Quién toma esas decisiones?  Me gustaría observar el proceso de razonamiento de esas personas.  Porque creo firmemente que uno de los muchos errores en los que se está incurriendo, y que están dando al traste con resultados deportivos cada vez más penosos, es el de la ceguera en cuanto a las perspectivas de los atletas.

Pongo un ejemplo. Lázaro Borges, pertiguista del equipo de atletismo cubano que recientemente ganó una plata inesperada en el Campeonato Mundial, rebasa los 25 años.  Es uno de esos atletas que madura un poco más tarde.  No tengo plena seguridad, pero imagino que recién comienza a utilizar el Comedor Olímpico.

¿Nadie vio sus potencialidades?  ¿No pudo dársele una atención que le hiciera desarrollar mejor y más temprano?  Ah, pero qué bueno es beneficiarse de sus resultados deportivos, ahora, después de que emergió a la gloria en condiciones penosas, porque ni garrocha tenía para saltar.

Ahora resulta que su calidad es un fruto del movimiento deportivo cubano, que tan justo y eficiente es con todos sus atletas.

Después nos preguntamos cómo es que nuestros atletas de segunda pasan tanto trabajo para llegar siquiera a una semifinal mundial, y es que estamos condenando a los buenos a seguir siendo buenos, y a los no tan buenos a nunca subir a la gloria olímpica.

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