La escuela cubana de la mediocridad y el sexo

Osmel Almaguer

La escuela.

HAVANA TIMES, 29 feb — “Aquí los alumnos no tienen interés en el aprendizaje,” dijo la directora del instituto politécnico en el cual recientemente he comenzado como profesor.

“Tómalo con calma, como una manera de subsistir, porque esforzarse al máximo es inútil con la inmadurez y la apatía de nuestros estudiantes,” terminó de decir.

Supongo que sus palabras no hayan sido un llamado a la negligencia de mi parte, y que solo brotaron teniendo en cuenta las lógicas ilusiones que traen los profesores cuando son nuevos en esta clase de escuela.

Un instituto politécnico es un tipo de centro estudiantil que supongo exista en muy pocos países. Es un colegio equivalente al preuniversitario o bachiller, solo que cuando egresas de él, supuestamente, estás preparado para desempeñarte a nivel técnico en la especialidad que has cursado.

Los politécnicos en la actualidad son famosos por su alto grado de corrupción. Por eso, cuando una amiga me recomendó para el contrato que tengo actualmente, pensé en ganarme unos pesos y también en la oportunidad de ayudar a mejorar otras personas.

En esa corrupción, por todos conocida, se incluye la venta de exámenes de profesores a los alumnos. Cinco CUC por el mínimo aprobado y diez CUC por la nota máxima. También se acostumbran las relaciones sexuales entre profesores de sexo masculino y alumnos de sexo femenino, medie o no el interés por aprobar.

En mi corta experiencia impartiendo la asignatura de Español-Literatura me ha llamado la atención el contraste entre la voluptuosidad sexual de estos alumnos y su inmadurez como personas.

Es como ver a niños con cuerpos de adultos, cuyas respuestas sexuales responden a la externalidad de sus anatomías, y no a una madurez de la mente.

El trato con los profesores generalmente rebasa los límites que debe haber entre una alumno y un educador.

Tal vez en esto influya el hecho de que la mayoría del claustro está conformado por ex alumnos de la propia institución. Sin tiempo de experiencia, ni formación pedagógica o nivel académico.

Lo más triste de todo es que el Estado exige promoción sin tener en cuenta que la responsabilidad de que los educandos aprueben depende tanto de estos como de los profesores.

Si casi todo el mundo suspende una prueba, no se achacará a la falta de interés generalizada, sino a la incapacidad del profesor, a quien se le descontará dinero y probablemente se le cierre el contrato.

La experiencia colectiva ha enseñado esto a los alumnos, quienes también han aprendido a mantener una especie de chantaje en este sentido con los profesores.

O sea, que yo como alumno no me esfuerzo, pues la responsabilidad es completamente del profesor. Pero ninguno estudia en casa otra cosa que no sea el reggaetón, el baile, las modas y los celulares.

Un profesor no tiene casi herramientas para disciplinar y educar a sus alumnos. Y ni qué decir de los problemas con los padres., quienes solo se preocupan para reclamar a la dirección de la  escuela cuando su hijo suspende o es castigado.

Por supuesto que dicha reclamación siempre perjudica a los profesores.

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