Cuba, futbol y globalización

Osmel Almaguer

Equipo juvenil de futbol cubano. Foto: emba.cubaminrex.cu

Aunque soy un ferviente seguidor de casi todos los deportes, el futbol, que hoy por hoy es uno de los espectáculos más grandiosos y rentables del mundo, no despierta en mí grandes pasiones.

Sin embargo, entre mis coterráneos, se ha ido convirtiendo en un vicio casi febril, y eso llama mucho mi atención, pues nunca hemos sido un país con tradición futbolística y mucho menos con resultados a niveles internacionales.

El discurso oficial, o al menos el aceptado por aquellas instancias que se ocupan de encauzar y seleccionar el pensamiento en nuestro país, relaciona esta curiosa situación con fenómenos como la globalización y el neoliberalismo, enfocándolos como  “la influencia y manipulación de las mentes para que gusten y dependan del producto capitalista.”

A ellos asocian males como la “creciente comercialización deportiva”; la “acumulación de la calidad en los grandes centros económicos del mundo”; el “robo indiscriminado de talentos a los países menos desarrollados”; la pérdida de ideales relacionados con conceptos como «patriotismo», «identidad» y otros; que no obstante tienen, en mi opinión, aristas positivas y negativas que no deben obviarse.

En cuanto al robo de talentos, por solo abordar uno de los tantos aspectos que tiene tal situación, es cierto que resulta perjudicial para los países la pérdida de sus deportistas formados con recursos propios, y más si tenemos en cuenta que casi siempre tal éxodo ocurre desde regiones históricamente saqueadas por las metrópolis, hacia las cuales, no causalmente, emigran los mencionados atletas.

Por otro lado, intuyo que la mayoría de tales emigrantes deportivos alcanzan el grado máximo de su rendimiento en países como Francia, Estados Unidos e Inglaterra, en donde encuentran las óptimas condiciones para mejorar su técnica y entrenar. En otros casos, como en el de los Kenianos, emigran en busca de hacer equipo, pues su desarrollo en las disciplinas de fondo es tanto, que siempre queda talento inutilizado. Los motivos más usuales son las mejorías económicas.

El futbol cubano, sin embargo, no tiene nada que ver con todo eso. Nosotros no exportamos ni importamos jugadores, porque no tenemos dinero ni calidad futbolística para ello. Nosotros, por causas que trataré de que entendamos, somos simples espectadores de todo un show universal.

¿Por qué un deporte como el futbol, casi ausente de nuestras tradiciones e historia deportivas, está desplazando a nuestro deporte nacional de la preferencia popular?

Aunque sea muy complicado de entender, trataré de simplificar la explicación aludiendo a una combinación de varios factores, cuya importancia y orden cronológico no está en relación con la numeración que a continuación haré:

– El béisbol ha perdido espacio a nivel internacional, y todos los pueblos necesitan de  héroes. En ausencia de guerras, el deporte produce hazañas y situaciones heroicas. Si no hay héroes, se fabrican, y si no hay posibilidades de fabricarlos, se importan, que es lo que sucede con Leonel Messi y Cristiano Ronaldo. Héroes importados que han venido a sustituir a los difuntos jonroneros cubanos que decidían siempre “a la hora buena.”

– Los avances tecnológicos en el transporte y las telecomunicaciones en el mundo hacen del esquema ideológico cubano una tarea casi imposible. La información viene de donde quiera y se filtra por cualquier lado. Internet y las antenas piratas, aunque han sido casi totalmente controlados, hacen la brecha a un sistema diseñado para ser totalmente cerrado. Tal brecha, sobre todo después de los noventa, ha obligado al gobierno cubano a hacer ciertas concesiones estratégicas que de otra manera nunca se hubiesen permitido. Una de ellas es saciar la sed de actualización deportiva que tiene el pueblo sobre lo que ocurre en esos grandes “centros de poder,” principalmente a través del futbol, pues consideran que trasmitir la pelota rentada por la TV es poner en evidencia la inferioridad de la pelota cubana y estimular a la deserción de los atletas de un deporte que, en Cuba, es pura política.

– La presión externa es mucha, pero la presión interna crece también cada día más. El pueblo cubano, a la par que ha sufrido de ciertas pérdidas (bonanza económica de los años 80, alta autoestima fomentada por triunfos en esferas como la salud, la cultura y el deporte) ha descubierto todo lo que se venía perdiendo en estos últimos cincuenta años. Se siente estafado y despojado, y ante el panorama mundial, en el cual el futbol es tan solo un plano más, se siente más espectador que protagonista.

– Otro elemento a tener en cuenta es la pertenencia, ya que nos acostumbraron y nos dejamos acostumbrar, en este medio siglo, a no existir al margen de laintegración. Así, ahora que ya el mito de los héroes y de los dioses todopoderosos sin los cuales “no hubiéramos podido sobrevivir” ha caído al piso, la gente ha encontrado un vacío que intenta llenar con cofradías futbolísticas, que a la vez les asocian a una realidad mucho más abarcadora y totalitaria, la realidad mundial.

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