Contrabando de Bucaneros, La cerveza

Osmel Almaguer

HAVANA TIMES — La cerveza Bucanero estaba adulterada.  Carecía de espuma, tenía mal sabor y a mi amiga le ocasionó un fuerte dolor de cabeza. Creo que no volveremos a comprar más nada en el quiosco de 23 y G; dada la mala atención que recibimos y la suciedad imperante.

Cuando uno cuenta estas cosas, pareciera que no fuera noticia. Son tan usuales hoy en día que llega a sonar redundante. Pero no nos debemos cansar de denunciar lo que al fin y al cabo no es otra cosa que un abuso.

Si pagas un CUC por una cerveza tienes derecho a ser bien atendido por el dependiente, con amabilidad, con atención, y no con displicencia y desgano.

Cuando llegamos, solicitamos la atención de alguno de los dos dependientes detrás del mostrador con la mirada. La mujer parecía estar inventariando la mercancía, como si hubiera acabado de recibir el turno, mientras un muchacho bastante más joven contaba una gran cantidad de menudo sobre una nevera, sentado frente a ella.

Nadie nos atendía. Mi amiga tuvo que llamarlos. Entonces el muchacho levantó la vista y sin dejar de contar las monedas nos dijo: “díganme”.

―¿La cerveza está fría, por favor?

―Sí.

―¿Tienen vasos para tomarla?

―Siéntense en una de las mesas.

 

A los dos minutos aparece el muchacho con una cerveza Bucanero para mi amiga y una Cristal para mí, pero sin los vasos. Abrió las dos latas con un gesto donde sus dedos parecían entrar en la boca de la lata y embarrarse un poco con la bebida.

Entonces mi amiga, que viene de un país que aunque tiene sus problemas, como todos, cuida hasta el extremo la higiene en los servicios de venta de alimentos y bebidas, no resistió más y explotó.

Como único resultado del sermón, el muchacho, con cara y voz de monaguillo, espetó la frase: “yo les consigo unos vasos”.

Pero apareció con unos de cristal que se notaban sucios, como si en ellos hubieran tomado muchas veces sin haberlos lavado. ¿No es cierto que el cólera anda por ahí?

Luego mi amiga prueba la cerveza y casi la bota. Además de que no hacía espuma, tenía mal sabor y estaba caliente. La Cristal estaba un poco mejor, pero igual de caliente.

Entonces la mujer que acompañaba al muchacho, que parecía la jefa de turno pues estaba aún más mal encarada que él, le ordenó que no vendiera más cerveza Cristal, que al que viniese le dijera que solo había Bucanero. De más está decir que las neveras estaban atestadas de ambas marcas.

¿Habría oído mal? ¿No debía ser al revés? ¿No debía retirar una mercancía que estaba mala? ¿Por qué intentaba que se vendiera la Bucanero aguada? ¿Para joder a los clientes? ¿Para hacer contrarrevolución?

No. A ella todas estas cuestiones le daban igual. Quería vender la mercancía que había sido repuesta por ella. Les cuento esto con toda seguridad porque sé que es el modus operandi en estos casos. Lo observé de primera mano cuando era custodio en Guanabo.

Compran varias cajas de origen dudoso a menos precio y las venden para quedarse con la diferencia de dinero.

Como sucede en otras esferas, esto también es un secreto a voces y nadie lo arregla. Esto puede ser motivo para que me cuestionen a mí, pero a ellos no. En fin, que forma parte del absurdo.

Ah, y por si esto lo estuviera leyendo alguien con buenas intensiones; todo ocurrió el 17 de septiembre pasado, a las cinco y tanto de la tarde; de una tarde como otra cualquiera.

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