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HAVANA TIMES — Los escasos cines de estreno en la capital, por estos días se abarrotan de personas que desean disfrutar de la última película cubana: Conducta. Dirigida por Ernesto Daramas Serrano, y protagonizada por Alina Rodríguez, Yuliet Cruz y, entre otros, el niño Armando Valdés Freire, que interpreta el personaje de Chala.

Si bien el filme aborda un tema social de sumo interés para los tiempos que corren, nos hace reflexionar y darnos cuenta de que historias como estas cada día se hacen más comunes en nuestra sociedad, y muchas veces no quisiéramos sacarlas a flote, quizá por lo caótico del tema, y el deseo de ver algo que nos convide menos a la tristeza y al desasosiego.

Por lo general, casi siempre en los noticieros de televisión y en nuestros periódicos se edulcora la realidad de los cubanos y, cuando de cine se trata, una notable cantidad de producciones acuden a la burla o la comedia.

Solemos mofarnos de nuestras desgracias, y no somos capaces de interiorizar en los problemas, y a lo que estos pueden llevarnos.

En lo personal, considero que esta película, sin dejar de ser una excelente propuesta cinematográfica, palidece ante el mundo real, donde todo suele ser mucho más descarnado.

En nuestra Cuba, niños como Chala hay miles, y profesoras como Carmela, (Alina Rodríguez) quisiera equivocarme, pero no creo hayan muchas.

Hoy en día, nuestros maestros y maestras mal pagados, se corrompen con facilidad por el mero hecho de necesitar un poco más de solvencia; sería injusto ponerlos a todos dentro de un mismo saco, alguno habrá impoluto, pero la realidad es dura.

Más, si vivimos en un país donde poco a poco todo se descompone, donde si se les da soluciones a los problemas, estas supuestas soluciones se hacen tan a paso de jicotea que, sin ver grandes resultados, terminamos pudriéndonos todos.

Vivo en un barrio marginal, donde los niños y niñas, tienen el derecho de asistir a la escuela, eso es cierto. Pero hay que ver cómo viven muchos de esos muchachitos, por lo general sus viviendas son precarias, conviven con sus padres, con abuelos seniles, primos, tíos, hermanos, etc.

En una habitación con techo de fibrocemento, pueden vivir hacinados hasta diez o quince personas de diferentes generaciones, cada uno con sus respectivas formas de ser y actuar.

He presenciado niños de apenas doce años fumando por las calles, otros agrediendo a ancianos a pedradas, y he tenido que intervenir para que cosas como esas no ocurran.

Hay momentos en los que se hace imposible hacer algo porque por lo general, muchos de estos jovencitos andan juntos y suelen actuar en grupo, y si intentas enmendarlos por la mala conducta, no se saldría bien parado.

Los he visto matar gatos a palo limpio, también algunos usan estas mascotas para echárselas a los perros de pelea, y así se divierten viendo la matanza.

Observándolos con detenimiento, caigo en cuenta de que estos son los niños del presente, y los hombres del futuro, los que Fidel Castro no querría para nuestra Cuba socialista; niños donde apenas asoma una pizca de humanidad, no he visto buenos sentimientos en sus actos, y eso de cierto modo asusta.

Chala, el personaje de Conducta, es un niño de buenos sentimientos, quiere a su profesora porque se da cuenta de que ella se preocupa por él, y de cierto modo lo protege. Su mal comportamiento está condicionado a la falta de atención de una madre alcohólica y drogadicta,(Yuliet Cruz) y a la ausencia de un padre verdadero.

Chala actúa como vive, piensa como vive, pero es un niño muy diferente a los que cada día veo deambular por mi barrio, que incluso ya tienen sexo, que con apenas doce años adoptan la manera de ser y de ver la vida como adultos, sienten la necesidad de luchar, de buscarse el dinero por sus propios medios, porque creen o imaginan que el dinero es lo que mueve al mundo, quieren ropa nueva, teléfonos celulares, simplemente para hacerse notar en el grupo.

Ya no les importan las películas de Disney, mucho menos Elpidio Valdés ni las canciones infantiles, ahora ven porno, escuchan reguetón, van a la disco-fiñe, buscan bronca y pelean con navajas, toman alcohol, y queman etapas.

Las niñas se acuestan con adultos, a temprana edad se embarazan y, como es de esperarse, esas menores traen al mundo a otros seres que serán como esos otros niños, y así sucesivamente. Las cosas se van complicando cada vez un poquito más, porque al parecer no hay nadie que resuelva los problemas de las tantas familias disfuncionales que hoy en día abundan por estos lares.

Conducta llega a buena hora. No deja de ser triste, pero aún así es bien recibida por un público que tal vez cree que no pasa de ser pura ficción, y desconoce, que la realidad la supera con creces.

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