Dos Gaticos con suerte!

Por Nike

HAVANA TIMES – Esta historia comienza en 1984 cuando una amiga fanática a los felinos acepta adoptar dos gatos machos.

No era la primera vez que a mi amiga le hacían este tipo de regalos. Su pasión por ellos era tan conocida que siempre que aparecía un gatico abandonado en el pueblo se lo llevaban a su casa o se lo dejaban por debajo de la cerca. Algunos la conocían como la señora de los gatos. ¿Quién no tiene una señora así en su barrio?

Fue un amigo pintor quien le pidió a mi amiga que adoptara dos gatos de una vecina que se iba del país. Mi amiga no se hizo de rogar y una tarde de aquella semana el pintor y su vecina se aparecieron en su casa con los dos animalitos.

La vecina del pintor quería conocer personalmente a mi amiga y como siempre sucede entre quienes aman los gatos enseguida se hicieron buenas amigas. La dueña le hizo prometer a su nueva amiga que los cuidaría pues solo así ella podría viajar tranquila y sin remordimientos.

Los gaticos se habían criado en el apartamento de un edificio de Alamar y nunca habían visto otros gatos por lo que mantenían entre ellos una amistad muy intensa. Pero su nuevo hogar era diferente.

La nueva casa tenia patio de tierra, árboles frutales y una cerca perimetral que colindaba con otros patios. Pero lo que más marcó la diferencia con su vida anterior fue la total libertad de movimiento que su nueva dueña les permitió.

Por un tiempo los gaticos siguieron una rutina de juego y caricias que llamaban la atención de todos los que visitamos la casa por aquellos días. No faltó quien dijera que los gaticos eran gays. Pero esto pronto cambió.

Un detalle que no quiero dejar fuera de esta historia es que al llevar a los gaticos a su nuevo hogar su primera dueña entregó una bolsa de juguetes de gomas y dos cajas de picadillo de pescado que se vendían en unas pescaderías muy famosas por aquellos años, que estaban por todas partes de la ciudad.

La desaparición de estas pescaderías y el hecho de que hoy resulte casi imposible encontrar pescado en la Habana son parte de la nostalgia que envuelve esta historia.

Lo primero que hicieron los gaticos en su nueva vida fue dejar de jugar con los juguetes; lo siguiente fue que al descubrir la libertad uno de los gatos abandonó al otro y comenzó a perseguir a cuanta gata hembra había por los alrededores de la casa, volviéndose muy famoso en el barrio. Hasta respondía al nombre que su nueva dueña le puso: El Mafia.

El otro nunca salió de la casa y tuvo que acostumbrarse a vivir con el rechazo que le hacia el Mafia cuando intentaba acercársele para jugar, Con el tiempo dejo de intentarlo. Los dos gaticos vivieron mucho, pero el Mafia más; dejando en el barrio una descendencia de gatos amarillos que persisten hasta hoy.  

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