El celular, otro órgano del cuerpo humano

Foto: Danyelle Carter

Miguel Arias Sánchez

HAVANA TIMES – En cualquier parte del mundo las comunicaciones son de vital importancia. Los teléfonos móviles no son una novedad, hace años forman parte de nuestras vidas.

En Cuba, país pobre con serios problemas económicos y de recursos, se ha venido haciendo un gran esfuerzo para que una mayor cantidad de personas tenga acceso a ese servicio, aunque para algunos tener un celular todavía es una novedad.

Aún así, los que lo tienen, hacen un uso excesivo de él. Es común ver a la gente cabizbaja en las calles y en las casas, pero no por tristeza o pesadumbre, sino mirando dicho equipo.

Hace años se transformó la frase aquella sobre los componentes del cuerpo humano: cuerpo, tronco y extremidades; pasó a ser así: cuerpo, tronco, extremidades y jaba, en alusión a que todo el mundo salía con una jaba por si encontraba algo de necesidad. Ahora bien, pudiera seguir transformándose en: cuerpo, tronco, extremidades, jaba y celular.

En la vida diaria se pueden distinguir, al menos, tres tipos de personas con respecto al uso del movil:

  1. El verdadero fan del celular, se levanta con el teléfono en la mano, va al baño, desayuna, almuerza, merienda y cena con él; desde el amanecer hasta que se acuesta, todo el tiempo lo pasa con el dispositivo en la mano, sino no está bien, le falta algo, no se siente realizado.
  2. El especulador del celular. Este se desplaza por el medio de la calle, con el dispositivo pegado al oído, hablando alto para que lo escuche todo el que está en la parada de guaguas o el que pase cerca. Nunca sabemos si del lado de allá hay alguien, pero eso no es importante para esa persona, lo esencial es sentirse observado y llamar la atención.
  3. El gerente de guagua. Es aquel que en cuanto sube al ómnibus saca el artefacto, perdón el celular, y en voz alta, con aires de superioridad empieza a cerrar negocios de todo tipo: fulano, me dejaron las cajas de zapatillas y las mochilas, hay que moverlo rápido; ya me trajeron el cargamento de discos duros, cuéntalo y revísalo todo, con discreción, acuérdate que es de 50 CUC pa arriba; cuando lo vendan todo me avisas, etc. Generalmente, podemos intuir que los productos son robados, aunque él diga sin decir. Al bajarse de la guagua guarda el movil, ya tiene todo cuadrado.

Con el tiempo han ido creciendo estos equipos, y ahora mismo el tamaño también determina tu estatus. No creo que Cuba los adquiera en grandes cantidades en estos momentos de crisis y de ahorro, aunque siempre habrá algún que otro cubano que se lo pida a un familiar, no importa que aquel del lado de allá se esté rompiendo el lomo en 3 o 4 trabajos para que aquí su querido fan de celulares grandes pueda pasearse orgulloso por la calle 23 exhibiendo su aparato muy pegado al oído, como si fuera del tamaño de un radio Selena de los años 80 y pudiera ser visto desde el último piso del Habana Libre.

Hace un minuto saqué el mío del bolsillo izquierdo, llamé a un amigo de la infancia con el que había quedado en tomarnos unas cervezas y conversar de distintos temas; su teléfono estaba apagado. A los veinte minutos lo llamé de nuevo y seguía igual. Como a la hora, él me devolvió la llamada y explicó: “Es que a cada rato apago el móvil para estar tranquilo, ¿tú crees que eso sea malo?”.  A lo que yo respondí: “Cada persona es un mundo y cada persona con celular es otro mundo”. Y recordé sonriendo una de las frases escuchadas a un gerente de guagua de los que antes hablé: “Los hombres de éxito no apagan nunca el celular”.

 

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