Aunque aquí “la universidad es para los revolucionarios”

María Matienzo Puerto

Contrario a lo que piensan algunos de mí, mi relación con la cultura de Europa del este es casi genética.  Confieso.  Soy de la generación que se crió con los muñequitos, las series de espionaje del campo socialista y la literatura rusa como única y universal.

Ayer un amigo me prestó una miniserie polaca y la devoré.  En unas horas ya la había visto y me quedé con ganas de más.

La serie se llama “Rozyczka” y es el nombre que ella asume como espía.  Cuenta la historia de una mujer que enamorada de un agente de la policía secreta, y este la obliga a seducir a un líder de un grupo de intelectuales, supuestamente semita, que se opone a la injusticia del régimen comunista.

Camila, como se llama realmente ella, descubre que el enemigo está del otro lado, donde está el policía, el que la obliga a renunciar al amor, el que se acuesta con ella pero también la obliga a dar informes de las reuniones y de los pasos del intelectual.

Adam, su asignación, realmente pertenece a una familia de tradición católica, es un hombre que cría a su hija después de la viudez, que la respeta como mujer y escritora, y que se opone con apasionamiento a toda injusticia.

Ella como todo drama que se respete, se enamora y quiere renunciar.

En el desarrollo de la serie se ve cómo los jóvenes empiezan a reaccionar ante las injusticias y cómo el poder justifica su ineptitud para gobernar, con la acusación pública de Adam Warczewski como incitador y autor de los disturbios de los estudiantes de la universidad de Varsovia en marzo de 1968.

Los datos que da la serie como cierre son aterradores.  Dice que “presionados por la campaña antisemita, (…) casi 15 mil personas dejaron Polonia, incluyendo 590 científicos, casi 1000 estudiantes de educación superior, 200 empleados de la prensa y de casas editoriales, y también muchos oficiales de la armada de la República de Polonia y su servicio secreto.”

El final no es feliz.  El policía de la secreta que se acuesta y la atiende a ella en su trabajo de espionaje, es sancionado y al verse solo, se venga matando al intelectual.

No lloré, pero terminé aterrada.  Nada, que los discursos, la reacción de la policía, que la distancia geográfica son solo un pretexto y que las situaciones son espeluznantemente parecidas a nuestra realidad aunque aquí la universidad sea para los revolucionarios.

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