Mi encuentro con Fernando Ravsberg

“No es difícil engañar a alguien, lo difícil es convencerlo de que lo has engañado”  Molière

Lynn Cruz

Año 1986 Escuela Desembarco del Granma”.

HAVANA TIMES — Yo siempre que puedo, y esta frase dentro de nuestro contexto quiere decir: “Siempre que puedo conectarme a Internet, y la conexión me permita hacer más que revisar el correo electrónico o compartir en Facebook alguna noticia de trabajo”, leo el blog de Fernando Ravsberg, Cartas desde Cuba.

Hace poco coincidimos en una recepción y solo en los minutos finales pude conversar con él. Me pareció una persona honesta, romántica, y como muchos sudamericanos, enamorado de su idea de la Revolución cubana.

Los uruguayos, al igual que los cubanos, discuten con mucha pasión. De hecho, él se disculpó alegando esa razón, algo que para mí es norma, más dentro del contexto cubano plagado de intolerancia.

Yo había mencionado el crimen ocurrido en Cuba en el verano de 1994, el hundimiento del remolcador 13 de marzo, tema que abordé en la obra Los Enemigos del Pueblo. Expresé que hasta hoy no han sido condenados los culpables, y que aún hay desaparecidos.

Mientras discutíamos, él me hizo un brillante resumen de toda la historia de Cuba, incluyendo la tardía lucha por la independencia. Manifestó, además, que dentro del contexto latinoamericano, desaparecido es aquel que no se sabe si está vivo o muerto.

Según él, cada vez que escucha a un cubano manifestando su dolor, piensa que en verdad los cubanos no conocemos lo que eso significa. Podría tener razón solo si se diera el caso de poder medir la inutilidad del dolor.

En medio de aquella acalorada discusión yo me sentí vencida. Suele pasarme en ocasiones cuando dialogo, en el momento de una controversia tardo un tiempo en reaccionar, justamente esa imposibilidad en mi carácter es la que me hace escribir.

Cuba es una isla lo cual indica una definición muy clara de los límites. No hay para dónde correr y muy poco se puede esconder. A la insularidad se le suma la cultura del rumor. Durante las tiranías anteriores, cada vez que se llevaban a alguien, las personas lo comentaban y aunque no siempre apareciera el cuerpo, al final siempre se sabía cuándo ese alguien había sido asesinado. En nuestro contexto se dice desaparecido cuando no aparece el cuerpo.

Ravsberg hizo, también, un excelente ensayo oral relativo a las sanguinarias dictaduras que arrasaron en Latinoamérica, pero olvidó un pequeño detalle de contexto: Cuba, desde el año 1960 se alejó de Latinoamérica y del tercer mundo.

El gran problema que enfrenta nuestro país hoy es que desapareció el segundo mundo, desapareció el campo socialista como sistema.

Entonces, al hacer un análisis sobre el dolor dentro de nuestro contexto no se pueden olvidar los treinta años de imperialismo soviético cuando Cuba quedó atrapada y es la causa de que hasta hoy marche sin rumbo. Tampoco se puede olvidar que a los niños, en las escuelas socialistas nos decían que en el año 2000 en Cuba se iba a acabar el dinero.

Al hacer un análisis sobre nuestro contexto no se debe olvidar que la generación que hizo la Revolución, que tomó las decisiones por nosotros, que dejó el poder en las manos de un solo hombre, es la que cuenta hoy con una jubilación que no le alcanza ni para alimentarse en un mes. Y que a todo el que se opone a esa tiranía, por un conflicto meramente geopolítico lo tildan de mercenario.

El viernes en la mañana, a dos amigos: la escritora y activista Lía Villares, y a su compañero artista plástico y activista Luis Trápaga, la policía y la Seguridad del Estado les confiscaron sus computadoras, discos duros, cámaras fotográficas, tras haber sido víctimas de un registro que tardó cinco horas y derivó en una detención de más de veinticuatro horas.

Por supuesto, nadie responderá por sus pertenencias, en un país donde tener una computadora para la mayoría resulta una quimera. Pero el bien confiscado irreparable para mis amigos es el tiempo, es la obra, son los 15 años de vida contenidos en sus discos duros.

Recuerdo que en la discusión le dije a Ravsberg: “No solo existe la muerte física”, y él me respondió: “Déjame con la sicológica”.

Ni los fusilamientos en los primeros años del régimen de Fidel Castro; ni los prisioneros de conciencia que han muerto en huelgas de hambre en las cárceles cubanas; ni los suicidios en las universidades en el conocido “quinquenio gris”; ni el fusilamiento del general Ochoa; ni las víctimas del hundimiento del remolcador 13 de marzo; ni las condenas injustas a los presos políticos; ni los actos de repudio; ni borrar de la vida cívica, social y laboral a los opositores, podrán superar el peor crimen de Fidel Castro, la aniquilación del pensamiento y la voluntad de los cubanos. 

 

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