Luis Manuel Otero Alcántara libre, ahora, acumulemos experiencias

Por Lynn Cruz

Foto del performance Untitled (2000) de Tania Bruguera

HAVANA TIMES – Luego de 13 días de campaña sostenida por las redes sociales, y la prensa independiente, el artista de performance Luis Manuel Otero Alcántara, injustamente encarcelado por el gobierno cubano, ha resultado liberado.

Esta solidaridad gremial, de cubanos y cubanas por el mundo, tuvo un antecedente importante que, en mi caso viví, la injusta condena al científico Ariel Ruiz Urquiola en 2018. A él lo sacaron bajo una supuesta licencia extrapenal debido a las presiones, en el caso de Otero Alcántara ni siquiera se habla en términos legales. En este minuto se desconoce que sucedió con los supuestos cargos de “ultraje a los símbolos patrios” o “maltrato a la propiedad”.

Yo había conocido a Ruiz Urquiola una semana antes de que lo encarcelaran. Recuerdo el dolor que sentí cuando supe la noticia. Me hacía las mismas preguntas que el periodista Carlos Manuel Álvarez hoy. Era mi primera vez, con un prisionero de conciencia a quien conocía y podía sentir la visible injusticia.

Puse el ejemplo de Álvarez, porque leí un texto suyo muy emotivo Luis Manuel Otero Alcántara, en manos de la justicia popular. En mi caso, aquella experiencia me endureció un poco, por eso hoy, pude tomar distancia de lo acontecido con Otero Alcántara, quiero decir, ya había experimentado ese dolor visceral. Entonces, hasta qué punto salimos con nuestra sensibilidad dañada, después de padecer, dentro de este tipo de vivencia.

Ahora pienso en el dramaturgo Virgilio Piñera, y su frase: “Este mundo está en el duro y ojalá se nos deshiele, porque de no ser así, nos matará la dureza”. Pero cada triunfo colectivo, representa un poco más de libertad, y esa es una verdad casi absoluta, entonces sin perder la ternura, hay que seguir a pesar de todo eso, porque los cubanos estamos condenados a la política.

Hice mi obra Patriotismo 36-77, sobre la prisión de conciencia en 2018, y ya había ocurrido lo de Ruiz Urquiola. Cuando me puse a investigar los nombres de Néstor Díaz de Villegas, Raúl Rivero, María Elena Cruz Varela, Orlando Zapata, Osvaldo Payá, Laura Pollán, formaron parte de esos fantasmas que acompañaron a los reclusos 1,2 y 3, personajes principales junto a Espectro 1, 2 y 3.

Tomé un referente importante Tania Bruguera, y su performance Untitled (2000). La prisión de conciencia en Cuba, solo se había abordado en las artes visuales por Bruguera, pero no en el teatro. Cuando padecí la soledad de un censurado, comenzó mi auto análisis sobre qué es la conciencia. Como el fidelismo se implantó como credo en Cuba, estar en contra de sus doctrinas significaba convertirse en un hereje de la religión que Castro denominó “Revolución”. Este hereje, un apestado gusano, a quien había que pisotear hasta destruirlo.

Una característica del subdesarrollo, al decir del escritor Edmundo Desnoes, es no acumular experiencia, creo que hay varios aspectos que se han repetido y con ello provocaron el éxito de estas dos campañas. El fundamental para mí, y en el caso de Ruiz Urquiola, pocos días después de que el cantautor Silvio Rodríguez se pronunciara contra esta injusticia, recibimos la noticia de su liberación.

Hoy, a casi 2 años de aquel hecho, Rodríguez, este artista controversial, y amante de las ideas fidelistas, repite el mismo gesto. Lo que quiero decir es, que más allá de la importancia del arte, porque este trasciende las fronteras, las presiones internas son las que determinan al final, especialmente si se trata de figuras de la oficialidad.

Es así como Rodríguez y su elogiable conducta cívica, siendo una autoridad, corre un poco más la cerca, dejando entrar a los libres pensadores. Esta vez, y por suerte, Otero Alcántara representa también, el sentimiento de una generación de artistas y periodistas independientes, que agregaron frescura y energía al movimiento.

Lo cierto es que, en ambos casos, la prisión de conciencia ha generado mayor simpatía que los prisioneros políticos, pero no se puede banalizar el hecho de que tienen algo en común, estar reclusos por sus ideas.

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