Cuba, un reino sin caudillo

Lynn Cruz

Fotograma del documental Nadie de Miguel Coyula

HAVANA TIMES – En medio de la crisis socio-política que tiene lugar en Venezuela, luego de que las protestas masivas inundaran las calles de ese país reclamando libertad, un evento meteorológico (tornado) arrasa con unos cuantos barrios ubicados en la ciudad de La Habana.

Llama la atención los debates en las redes sociales de cubanos y cubanas, quienes ante la impotencia de ver revueltas las miserias y la poca respuesta del Estado, que no propone un plan concreto de recuperación de las zonas dañadas, han mostrado su solidaridad y creado grupos de colaboración de manera espontánea.

Los trabajadores por cuenta propia prepararon menús gratis para los damnificados, mientras el Gobierno solo ofrece productos alimenticios rebajados de precio. No creo que a menos de un mes de efectuarse el voto popular por la aprobación de las llamadas reformas constitucionales, convengan medidas tan impopulares como el hecho de no apoyar a aquellos que han perdido sus viviendas.

La respuesta que estaría a la altura del momento sería un programa de construcción de hogares, donde incluso podrían participar hasta los propios afectados, como solía hacerse con las denominadas micro-brigadas de trabajo, en otra época. En su lugar el Gobierno habla de ventas de materiales de construcción, de créditos, en un país donde los salarios apenas alcanzan para comer.

Entonces, ¿será que el Estado cubano está absolutamente quebrado? Si es así, ¿culpa de quién es? Un gobierno que ha tenido sesenta años solo para mostrar su propia incapacidad.

El panorama postornado es desolador.  Muchos lo perdieron todo. Jóvenes, artistas, periodistas han acudido con donaciones recogidas entre ellos. Los cubanos que viven fuera, quienes tienen un papel determinante en la economía cubana por el dinero que envían a sus familiares en concepto de remesas, quieren ayudar. Desean estar presentes en su país, aunque sea en forma de valijas a los damnificados.

Por supuesto, un sistema que controla de manera totalitaria cada aspecto de la vida social, cultural, laboral, política, no admite ningún gesto franco. Esto sin lugar a duda se prestaría para el caos, y como ya es sabido por el Gobierno, las personas están perdiendo el miedo, que ha sido el motor paralizador de la sociedad cubana.

Recuerdo que durante la censura de la obra de teatro Los Enemigos del Pueblo, mientras nos batíamos con los agentes de la Seguridad del Estado y la policía, por tratar de impedirnos la función en la casa galería El Círculo, los vecinos de Luis Trápaga, artista visual y dueño de ese espacio, nos invitaban a dar la función en las salas de sus casas.

Ese hecho fue revelador, impensable en otros tiempos, cuando los vecinos, probablemente en diferentes circunstancias, alentados por la causa “revolucionaria” nos habrían dicho gusanos o nos habrían hecho un acto de repudio. En ese momento hacía justamente un año de la muerte de Fidel Castro.

Por eso quien teme ahora es el Gobierno. Sabe que el pueblo cubano era fidelista. Lo que para mí resulta un misterio todavía, es cómo Fidel logró sostener y aún más, exportar un modelo económico, que había fracasado en el año 1991. Evidentemente él era un mago de la política y supo manejar muy bien su discurso antimperialista que ganó simpatizantes en todas partes del mundo.

Se sabe que lo que ocurre de este lado del mundo es solo la réplica de algo que aconteció en otra parte. Era de esperar que si cayó la Europa del Este, le tocara su ruptura a la social- mutante América hispanohablante.

Venezuela tuvo en común con Cuba la implementación del chavismo. La experiencia transmitida por el castrismo  apuntaló la sustitución de Chávez por Maduro, pero ni Venezuela es una isla, ni tiene casi 11 millones de habitantes, ni toda la clase media alta, ni los ricos huyeron del país. Siempre existió oposición política.

El problema de Cuba es que todo gesto de oposición ha sido fácilmente abolido, pues las clases dominantes le entregaron la Isla a Fidel Castro luego del triunfo revolucionario en el año 1959, pero ahí está también la paradoja actual. Hoy, cuando el Gobierno cubano en franca desesperación grita: “Nuestro socialismo”, en verdad lo que refiere es: “Nuestro caudillismo”. ¿Entonces, podrá sobrevivir un reino sin su caudillo?

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