Kabir Vega Castellanos
HAVANA TIMES — Desde hace unas semanas, es ritual en mi casa ver como entretenimiento “Hola Soy Germán”.
Se trata de un joven chileno que sube videos todas las semanas a internet. Como es lógico nos llega con mucho retraso, y se circula de PC a PC. El programa llamó positivamente mi atención desde un principio por su originalidad.
El show de Germán en sí es bastante sencillo, consiste en filmarse él mismo en su habitación hablando acerca de un tema diferente cada vez, por supuesto de manera humorística. Ahora, lo más sorprendente es el nivel de dinamismo en una compleja edición donde cada cinco palabras aparece en una posición distinta a la anterior.
Lo que más me agrada de “Hola, soy Germán, es su diferencia con “WDF” (“What da Faq”, es decir What the Fuck pero mal como si se estuviera leyendo en español).
Luego de ver a Germán, me di cuenta que no todos los shows populares, para ganar fama, tienen que arruinar a alguien. Si Germán quiere criticar o burlarse de algo, el chiste es a costa de su persona. Él representa todos los defectos o actitudes que comenta, no viola la privacidad de nadie con imágenes ajenas, no se autopromueve mofándose de otros.
Germán demuestra que es posible ganar simpatía y una gran popularidad junto con el buen prestigio y el respeto, sin necesidad de hacer sentir mal a nadie.
Antes del auge de la tecnología, una humillación se quedaba entre el agresor y la víctima, y si acaso entre los testigos casuales, los comentarios circulaban limitados, distorsionados, y se extinguían rápido.
No de los violadores desgraciadamente, sino de las víctimas.
No estoy diciendo que no debería existir internet, ni quiero que piensen que me mueve la envidia por estar en Cuba y carecer de ésta, hay una tendencia a malinterpretarme.
En realidad de lo que hablo es de la degeneración masiva que se promueve, de que en vez de predicarse: “Ama al prójimo”, la máxima parece ser que para tener éxito la fórmula es humillar y desgraciarle la vida al prójimo.
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