La tercera edad está perdida

Kabir Vega

En la cola para entrar en una oficina de Etecsa.

HAVANA TIMES – “La juventud está perdida”, es una frase común en Cuba. Por suerte nunca me la han aplicado a mí, pero me toca con frecuencia escuchar cómo muchos coinciden en que los jóvenes se comportan de modo inapropiado.

Sin embargo, hay otra tendencia deplorable con la que me topo desde hace años y parece volverse cada vez más usual: ancianos que no respetan las colas, que dicen malas palabras y por una nimiedad pierden los estribos.

Hace unos días, cuando visitaba las oficinas de Etecsa junto a un amigo, nos encontramos con la típica cola que hay en cualquier lugar donde se brinda un servicio estatal.

Sin preámbulos inquirí en voz alta “¿Quién es el último para las máquinas?” Como nadie respondió, repetí la  pregunta, con el mismo resultado.

Asumí que éramos los únicos y le comenté a mi compañero que esperáramos junto a la puerta, ya que seríamos los siguientes en ser llamados para entrar.

De pronto un anciano que estaba en la entrada  saltó diciendo:

“¿¡Quién les dijo que les toca ahora!?Yo estoy para las máquinas y aquel hombre también”.

Su tono era resentido y muy desagradable.

“¿Oiga, por qué tanta hostilidad?,–le dije–. Yo pregunté el último y nadie respondió, aunque no lo sea usted, puede mencionar que hay una cola.”

“¡Yo ya di el último, no tengo que cuidar ninguna cola!” –fue su respuesta.

Tratar de entendernos fue completamente inútil. La discusión se fue tornando redundante y absurda. Decidí apartarme a un lado.

El que había marcado detrás de él terminó admitiendo que no había oído cuando preguntamos.

Varios de los que esperaban empezaron a criticar la actitud del anciano y una mujer dijo:

– “Dicen que la juventud está perdida, pero los viejos están peor. ¡Mira cómo le salió al muchacho! Si me habla así a mí, con las dos horas que llevo aquí y el obstine que tengo, le voy pa arriba y terminamos en la estación de policía”.

Por suerte para el anciano, le llegó su turno, entró a la sala y no se enteró de que casi toda la cola coincidió en afirmar que él estaba muy resentido.

Es cierto que muchos jóvenes, por el ambiente en que se han criado y por el que predomina en las escuelas del país, donde la buena educación es síntoma de debilidad, se comportan de forma invasiva, irrespetuosa o hasta grosera.

Pero en mi propia experiencia, con quien he tenido conflictos más incómodos ha sido con personas de la tercera edad. Individuos en los que puedes ver reflejados su cansancio y amargura. No por haber tenido un mal día solamente, sino por arrastrar consigo una larga serie de decepciones.

¿Qué podría ser?

Quizás la razón más simple y triste es que se encuentran en el otoño de sus vidas y no sienten haber conseguido nada que los satisfaga.

Sin embargo, como personas de edad avanzada, todos nacieron antes de la Revolución. Tal vez el resentimiento plasmado en sus ojos y ceños fruncidos no se deba a sus propias ambiciones incumplidas, sino a que se sienten estafados por lo que lucharon.

 

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