La civilidad cubana involuciona

Kabir Vega Castellanos

HAVANA TIMES — Hace poco, y sin ninguna razón en particular, decidí hacer una caminata por Alamar, ciudad en donde he vivido durante dieciséis años. El paseo que empecé con muy buen ánimo, se convirtió en una experiencia deprimente y desoladora.

Más allá de que en casi cada esquina los latones se llenen hasta desbordarse, todas las áreas con yerba, especialmente alrededor de los edificios, se han vuelto exposiciones de inmundicias.

La antigua ciclo vía, una larga calle que lleva directo a la playa de Bacuranao siempre había sido un trayecto encantador con una frondosa naturaleza a ambos lados. Ahora muchas personas han construido ahí sus casas, el denso follaje que las rodea está mutilado o cubierto de todo tipo de basura. Solo el principio y final de la calle, las partes que aún no están habitadas, permanecen limpias.

El barranco que une la vegetación de Alamar con el río Cojímar, visible desde el puente a la entrada del reparto, es un sitio privilegiado por su increíble vista. Sin embargo, y pese a que no hay residencias en sus inmediaciones, no ha escapado de ser un vertedero también, han derramado pedazos de poli espuma y otros desechos.

Ya no hay ningún atajo que esté a salvo de la porquería, y varios de los espacios abiertos con arbustos y flores silvestres, los han transformado en fincas con cercas chapuceras, muchas de ellas no parecen ni bien atendidas por sus dueños.

Hasta el parque Hanoi, un espacio poblado de árboles enormes y frondosos, luce feo e inhóspito desde que mutilaron montones de ramas para instalar el Wi-Fi en la zona.

El tema de la suciedad es algo de lo que se ha hablado, debatido y se sigue mencionando, pero las cosas solo empeoran. Y duele ver el poco valor que los cubanos le damos a nuestro entorno. Muchos improvisan portales en los pisos bajos de los edificios, hay que ver los recursos que gastan para que sus viviendas luzcan imponentes.

Pero, ¿de qué les sirve que el interior y fachada de las casas luzcan impecables? Si al final, cuando avancen tres pasos fuera de ella encuentran restos desparramados en cada tramo de yerba. Pueden ser desde alimentos, objetos rotos, sucios, hasta ropa interior…

Siempre que se habla de la basura la culpa recae en el servicio de comunales, en el tiempo que tardan en vaciar los latones. Pero esa se recoge y hasta viene luego un tractor y una carreta que recoge las ramas cortadas y toda la hojarasca.

El verdadero problema está en la población, en su falta de disciplina, del sentido de respeto. Ahora en el casco histórico de la Habana Vieja han instalado cestos diferenciados para facilitar el reciclaje.

Es parte de la imagen que se quiere mostrar a los turistas, que somos un país civilizado. ¿Y cuando estos se salgan del  tour asignado, (que es bastante pequeño)? ¿Qué opinión se llevarán de Cuba?