Cómo consiguen el dinero los jóvenes

Kabir Vega

Jóvenes cubanos usando el costoso Wifi. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Para los cubanos, “especular” es algo natural. Mucho más entre los jóvenes.

En ambientes públicos como la universidad, la FOC (Facultad Obrero Campesina) o cursos particulares, visten buena ropa, lucen sus smartphones, se conectan a Wi-Fi con frecuencia y organizan salidas a lugares caros.

Sin embargo, y aparte de los montajes (ropa prestada, lujos a costa de carencias que no se mencionan), ni siquiera los que más se acercan a una clase media se autofinancian este nivel de vida.

Quienes estudian en la Enseñanza Media Superior o alguna carrera, los varones que están pasando el Servicio Militar, e incluso muchos de los que decidieron dejar la escuela y aún no definen qué rumbo tomar, casi todos dependen de sus padres u otros familiares.

Entre los más afortunados están aquellos que tienen uno de los progenitores cumpliendo misión internacionalista o los que reciben remesas desde el extranjero. Suelen ser cuidados por otros parientes, por lo que la mesada la usan para sus propios intereses: comer lo que les gusta, moverse en taxis, costear las salidas con su pareja. Muchos no son conscientes siquiera de cuánto cuesta la comida que les ponen en la mesa.

Como es bien sabido, la triste realidad es que ningún salario estatal alcanza, con excepción, quizás, de los que reciben los funcionarios diplomáticos.

Entre los que se consideran afortunados están los que sus padres poseen un carro y se ganan la vida “boteando” o quienes pueden rentar parte de su casa o una vivienda adicional a turistas extranjeros. Un negocio común que no decae es el de la crianza de cerdos, más cuando se acerca fin de año. Pero la ganancia es a largo plazo (cada seis meses) y requiere de un segundo trabajo para obtener el sustento diario.

Otros jóvenes gozan de un aceptable nivel de vida, porque alguno de sus padres trabaja en hoteles, restaurantes o áreas de comercio como las shopping. Desviando recursos, alterando precios y colaborando con una complicada red de malversación, marcan una diferencia abismal entre el salario correspondiente por el Estado y el que “resuelven” para sus familias.

En un nivel más bajo, pero con ciertas comodidades, están aquellos jóvenes cuyos padres trabajan en panaderías, comedores, fábricas y otros lugares donde pueden sustraer productos básicos, ahorrándose tener que comprarlos y cuyo excedente venden después en el mercado negro.

Una amiga me comentaba con decepción que luego del entusiasmo por haber sido aceptada para pasar un curso que le permitiría trabajar en la Aduana, descubrió que no le ofrecían transporte ni almuerzo y el salario sería de solo 400 pesos cubanos. La verdadera ganancia provenía en lo que consiguiera “rasparle” a los turistas. Ella no estaba dispuesta a hacer eso, pero lo que la decidió a renunciar fue que le encomendaron preparar un matutino como parte de la imprescindible “preparación ideológica”.

Por eso, para los jóvenes que intentan independizarse, uno de los sectores más recurridos es el cuentapropismo. Sin embargo, en la mayoría de los negocios solo el propietario es quien disfruta de las ganancias, los empleados se sienten explotados con largas y cargadas jornadas de trabajo que nunca llegan a costear sus aspiraciones, por lo que terminan renunciando.

Algunos, desesperados ante la imposibilidad de mejorar sus vidas, se arriesgan en el mundo de la droga, la más común es la marihuana. Otros con más suerte consiguen puestos de “apuntadores”, en el juego de “La bolita” o actúan de recadero recogiendo la lista de los distintos puntos donde se lleva a cabo el negocio. La pornografía, que también está prohibida, se circula con cierto margen de discreción entre los abastecedores del “paquete”.

Hay quienes se meten de lleno en el turbio mundo de la estafa. Recogen mercancías de uso, las “preparan” artesanalmente, y luego las venden como nuevas por la izquierda.

Demasiadas formas para obtener el dinero existen en este mundo, desde las más honestas hasta las más deplorables. Pero una vez ante la mirada pública, el origen del smartphone, el tablet, relojes caros, ropa y calzado, no cuenta, solo importa que lo tengas.

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