La profe, amor y dinero

Jorge Milanés

HAVANA TIMES – “Los amo, porque les enseñé el poder del amor y hoy veo el resultado”, dice Patricia, una señora de la tercera edad que vive sola desde hace 15 años. Tiene dos hijos, una niña y un varón que se fueron para los EE.UU., pero se han comido la manzana del olvido.

Cada mañana, otra vecina del barrio, que fue alumna de ella, le acompaña a la “Casa de abuelos”.

Hoy la encuentro elegante y animada camino a esa Casa de abuelos. Luego de un saludo, me dice entre otras cosas, que gracias a su profesión del magisterio todavía hoy sus alumnos la quieren, la ayudan y le dan vida

“Fui profesora de Literatura en la secundaria, así que mi vida trascurrió entre adolescentes, por eso todavía me siento con energía para ir a algún que otro evento programado por la Casa de abuelos”.

Elogié a la profe por su esmerada elegancia, y me aclaró que la ropa que traía puesta tenía muchos años, pero que la cuidaba muy bien.

“Parece que esta elegancia pone a pensar a muchos —me aclara bajito—, si vas a mi casa, puedes ver que también tengo regalos hechos por mis alumnos y que gracias al cuidado esmerado todavía los tengo. Tal vez mi prestancia es asociada, por muchas personas, con la supuesta ayuda económica que me envían mis hijos, pero no. Ellos me llaman cuando Dios quiere para saber si todavía estoy viva. De ayuda, ni pensar. Aunque los otros piensen que tengo mucho dinero”.

Patricia también me cuenta que hace unos días un vendedor de ajos intentó timarla. El susodicho vendía la ristra de ajo a 70 pesos y ella le pagó con un billete de 5 CUC (120.00 pesos), y supuestamente se le olvidaba el vuelto.

Si tienes familia en el extranjero es de suponer que tengas dinero. De esa manera piensan frecuentemente muchos cubanos, incluidos los vendedores ambulantes que te proponen cuanto venden. Por otro lado, el envejecimiento poblacional y la imposibilidad de disponer medianamente de recursos económicos ponen en dudas los estatus sociales.