Jorge Milanés Despaigne
“Sí”, le contesté, aun sin poder distinguir quién era.
“No se duerma y cuídelas, hay muchas personas caminando por la arena que pueden robárselas.”
Al terminar la advertencia, le di las gracias.
Continuó entonces por la arena llamando la atención a otros que también dormían. Me di cuenta que era un agente policial vestido con short, pulóver, tenis y gorra.
Aunque yo estaba allí cuidando las pertenencias de todos mis colegas que en ese momento tomaban un baño, ellos se percataron de la situación y salieron del agua para saber qué sucedió.
Les conté y comenzamos un debate respecto a las personas que descuidan sus pertenencias en las playas, los robos, la ausencia de taquilleros y, recordamos, además, los que existían en las playas cuando de niño veníamos con nuestros padres.
Recuerdo que existían taquilleros para guardar las pertenencias. Se colocaba todo en una bolsa, la entregábamos y pagábamos luego. A cambio, nos daban una chapilla metálica numerada que se amarraba en el cordel que pasaba por dentro de la cintura de la trusa.
Si se nos perdía, había que esperar hasta después de las seis de la tarde, momento en el que todos sacaban sus pertenencias para recuperar las nuestras.
Aunque siempre hubo personas dispuestas a robar en las playas, en este tiempo, extremadamente difícil, proliferan.
Los agentes de la policía contribuyen, sin dudas, a minimizar el problema de los robos, que es serio.
No obstante, creo que es posible ubicar cada cierto tramo de la carretera o la playa, trylers (trailers) para el servicio de taquillas o, de lo contrario, En hora buena los cuentapropistas que bien pudieran prestar ese servicio durante la temporada veraniega.
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